María Pía López

(Tiempo estimado: 14 - 27 minutos)

Doctora en Ciencias Sociales

“Cambiemos promocionó una revolución de la alegría. Es importante recordar que en la presentación de su programa de gobierno utilizaban slogans e imágenes relacionados con la sonrisa, la alegría, el baile, los globos, condiciones más festivas de la vida en común. En mi opinión, sin embargo, más que una revolución de la alegría se trata de una revolución de la crueldad. La crueldad entendida como mecanismo de disciplinamiento, como reposicionamiento de la jerarquía, como evitación de los conflictos, la crueldad como principio de organización de la vida.”

María Pía López es socióloga, ensayista, investigadora y docente. Publicó varios libros de ensayo y otras tantas novelas. Es Doctora en Ciencias Sociales y hasta diciembre de 2015 dirigió el Museo del Libro y de la Lengua de la Biblioteca Nacional. Actualmente es secretaria de Cultura y Medios de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Es militante de causas varias, entre ellas, la feminista.

FIDE tuvo la oportunidad de entrevistarla luego del triunfo de Bolsonaro en Brasil y la Cumbre del G20, en donde la Argentina desempeñó el rol de anfitrión, en un clima global tensionado por una caravana de centroamericanos intentando ingresar al territorio norteamericano, con Gran Bretaña discutiendo las condiciones de su proceso de separación de la Unión Europea (Brexit) y con una batalla comercial global contra China. En su territorio, el dueño de casa no tuvo nada bueno para mostrar. Se sostiene con el pulmotor de un préstamo del FMI apalancado en el apoyo de los Estados Unidos. 

FIDE: En los últimos años la región ha ingresado en una etapa caracterizada por un giro ideológico importante. El triunfo reciente de Bolsonaro en Brasil representa un caso extremo de esta tendencia. ¿Cómo interpreta este giro? ¿Cuáles son las claves para entender y revertir esta tendencia?

María Pía López (MPL): Confieso que mis impresiones, en este momento, están teñidas por el resultado de las elecciones en Brasil. Esas impresiones están construidas sobre la base de un extremo dolor por la constatación de la emergencia de un nuevo tipo de experiencia política autoritaria, que llega al poder luego de un proceso elec-cionario, en el país más grande de la región.

Creo que un factor distintivo de las derechas es que son más internacionalistas. Cuando digo “las dere-chas” no me refiero únicamente a las derechas políticas, sino también al accionar de otros actores, como los grupos empresarios, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio, entre otros. Todos estos actores tienen una estrategia mucho más desarrollada en términos geopolíticos que la que caracteriza a los movimientos populares. Los movimientos nacionales, populares, en general piensan y actúan a escala nacional y, en algunos casos, quizás logran ampliar el panorama, como sucedió a principio del siglo XXI, para incluir la creación de instrumentos y articulaciones de nivel regional, latinoamericano.

En esta etapa del capitalismo hay algo que está en juego —y que es muy evidente hoy en América Latina—, que se podría pensar como una articulación mucho más amplia y donde lo que pasa en un país en desarrollo, como podría ser la Argentina, se define, no exclusivamente pero sí también, en función de intereses que no hacen únicamente a la Argentina, como caso particular. No me refiero solo a los intereses económicos. Pero aún en el caso de las disputas económicas, muchas de ellas suceden a una escala que supera ampliamente el caso argentino; por ejemplo, las tensiones comerciales y las corrientes de inversiones estratégicas de China y de los Estados Unidos. Esa “internacionalización” del conflicto, de la disputa, explica en parte los fenómenos que hoy vemos en la región.

Eso no quiere decir, sin embargo, que lo que sucede aquí o en otros países periféricos es irrelevante. Por el contrario; y para dar un ejemplo concreto, cuando el Fondo Monetario Internacional opera en nuestro país me parece que se juega algo del orden demostrativo. La Argentina se constituye entonces como un ejemplo: se torna ejemplar, y lo que pasa en la Argentina tiene o genera efectos en toda la región. El caso argentino constituye una experiencia que tuvo distintos grados de ruptura con el discurso dominante. Esta situación se reproduce, con sus diferencias, en las otras democracias populares de principios del siglo XXI en la región. Terminar con esta experiencia, con estas experiencias en plural, es un desafío para los poderes globales. Por lo tanto, la contracara de esta cuestión es si es posible o no recuperar un conjunto de políticas que genere un paréntesis respecto a la lógica de construcción neoliberal de las sociedades y de la subjetividad.

Incluso considerando que estas experiencias en Venezuela, Bolivia, Brasil, la Argentina, con otros modos en Uruguay y Ecuador, constituyen una etapa, una oleada, también hay que considerar que todas ellas representan realidades diferentes, con distintos modos e instrumentos. En algunos casos tuvieron una expresión de reforma constituyente, en otros casos se encararon políticas varias que dispararon al corazón del capitalismo financiero, con controles sobre los flujos de capitales, a través de la estatización de los fondos de la AFJP. En todas estas experiencias, tan diversas entre sí, también se generó una discusión muy importante en torno a la caracterización de esas reformas. Si eran políticas reparatorias o efectivamente reformistas; en algunos países se discutía si eso podía llamarse socialismo o no. Hoy todo ese debate parece lejano, pero a principios de este siglo, aunque hoy no nos parezca posible, en la región se discutía sobre socialismo.

FIDE: En su opinión, ¿estas experiencias fueron transformadoras, desarrollistas, reparadoras? ¿Cómo deberíamos entenderlas?

MPL: En mi opinión, estas experiencias, más o menos reparatorias, transformadoras, desarrollistas, estructuralistas, efectivamente pusieron en escena otra lógica de la gobernabilidad en los países. Y esa lógica de la gobernabilidad tenía que ver con el reconocimiento de los movimientos populares como motores de políticas. Hubo un tipo de gobernabilidad cuya legitimidad se tramaba en el vínculo con los movimientos sociales y los partidos populares. La otra cuestión que se puso en juego fue que todas las políticas se definían en relación con la idea de ampliación de derechos; derechos de distinta índole que funcionaban como guía para la producción de políticas públicas.

Estas dos cuestiones, por un lado el vínculo, la construcción de la gobernabilidad y la legitimidad de un gobierno, y las formas en la que ese gobierno reconoce la conflictividad social y, por el otro, las políticas públicas desplegadas en función de la idea de derechos, son dos cuestiones claves para entender el ataque impulsado por las derechas en la región.

El caso argentino constituye una referencia importante para el análisis de estas dos cuestiones. Por un lado, están los doce años de kirchnerismo produciendo como una máquina incansable este tipo de debates, reformas, articulaciones regionales, y al mismo tiempo, la alianza Cambiemos llega al gobierno por la vía electoral, sin disturbios, en el marco de un importante cambio de paradigma. Si pensamos el caso argentino en el contexto de lo que venía sucediendo en la región, tenemos que notar la diferencia. Honduras había sufrido un golpe, en Brasil el “cambio” se produce en el contexto de un golpe institucional contra Dilma Rousseff. Mientras tanto, en la Argentina la derecha gana en elecciones libres y democráticas y el resultado de ese proceso repone un programa explícitamente neoliberal.

FIDE: Hay un cierto debate respecto a la violación del “contrato electoral”, entendido como la brecha entre las propuestas que la alianza Cambiemos hizo durante la campaña y las políticas que, luego del triunfo, han sido implementadas.  ¿Cuál es su opinión?

MPL: Cambiemos promocionó una revolución de la alegría. Es importante recordar que la presentación del nuevo programa de gobierno venía de la mano de un conjunto de slogans e imágenes relacionadas con la sonrisa, la alegría, el baile, los globos, en conjunto, promocionaban condiciones más festivas de la vida en común. De hecho, una parte del Gobierno sigue sosteniendo esta ilusión. Pensemos en la propia imagen y en algunos de los proyectos y ejes temáticos que hoy tiene el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El macrismo tiene todas esas caras. Tiene la cara de un neoliberalismo que puede enlazarse con los temas de la diversidad, de los derechos civiles y hasta de la organización de los barrios populares. Al mismo tiempo tiene otro costado: el de la construcción de un programa basado en elementos de crueldad.

La dificultad que hoy tenemos para construir una oposición política al macrismo anida, en parte, en el reconocimiento de todos estos rasgos. Se trata de reconocer que los vecinos de un barrio popular de la ciudad de Buenos Aires tengan una cierta adhesión o incluso mucha adhesión al programa de gobierno. Y esta adhesión no es solo ideológica, aunque tenga muchos momentos ideológicos.

Hablar de ideología es imprescindible pero, al mismo tiempo, tenemos que preguntarnos por las bases realistas que tiene la adhesión al neoliberalismo.

FIDE: Es un tema interesante el de las bases realistas y también el de las subjetividades. ¿Qué se observa en la región en este sentido? ¿Qué efectos ha tenido y tiene el neoliberalismo en las personas, en sus creencias, en sus formas de vivir? ¿Qué impacto puede tener el triunfo de Bolsonaro en Brasil sobre la “subjetividad argentina”?

MPL: El resultado de las elecciones presidenciales en Brasil muestra otro modo de la invención política, una gobernabilidad que se sustenta sobre la obscena explicitación de un programa autoritario. Es probable que lo que haya sucedido en Brasil tenga un efecto en la definición de las alianzas y programas electorales en la Argentina, que haya un desplazamiento hacia la derecha en nuestro país como producto de la demostración de poder y triunfo de la derecha en Brasil. Esto no quiere decir que no vea diferencias entre el programa de Bolsonaro y el de Cambiemos. En el caso de Brasil, se articulan de un modo muy dramático el neoliberalismo de mercado y el fundamentalismo religioso. La situación en nuestro país es diferente, aunque ya existen coqueteos con las iglesias. Sin embargo, Cambiemos tiene una fuerte heterogeneidad en este sentido. Hasta ahora no buscaron su fuente de legitimidad por esa vía y, por el contrario, sostenían aunque debilitadas, políticas como la educación sexual integral o el programa de salud sexual y reproductiva. Hasta ahora no hemos visto por parte del Gobierno una ofensiva fundamentalista contra los derechos, sino un intento de traducirlos y volverlos inocuos.

De hecho, la ciudad de Buenos Aires está llena de carteles que nos recuerdan que, por mencionar un ejemplo, la semana del orgullo y de la diversidad. Eso que en la Argentina aparece separado, en Brasil acaba de convertirse en un nudo muy poderoso que muestra algo que siempre está en el corazón de estas experiencias: todas las políticas públicas y estrategias económicas tienen como fondo último la construcción, el moldeamiento de almas. Este moldeamiento de almas y cuerpos tiene como efecto fundamental tocar la subjetividad, construir una nueva subjetividad. La construcción de una subjetividad de mercado en la Argentina fue muy cruenta; el momento más cruento de esa construcción fue durante la última dictadura militar. Muchos analistas dicen que para pensar la dictadura, el terrorismo de Estado, no alcanza con pensar que iban contra los militantes y sus organizaciones (armadas); el terrorismo de Estado tenía una pretensión más amplia, que era destruir todos los lazos sociales cooperativos, la ética de la cooperación que estaba muy extendida en distintos tipos de activismo, y sustituir todo ese entramado de relaciones por una lógica individualista de la competitividad y del mérito.

El texto que sigue siendo fundamental para pensar la experiencia del terrorismo de Estado lo escribió Rodolfo Walsh a un año del golpe militar. Walsh narra torturas, desapariciones, fusilamientos y luego dice que el mayor crimen no es nada de eso, sino la modificación profunda de la estructura económica social de la Argentina, que está dirigida a agotar las reservas de indisciplina social. Cuando la dictadura produce esa brutal transferencia de ingresos, cuando produce esa transformación de las condiciones de ingreso al mercado de trabajo, en realidad está cercenando las posibilidades de la indisciplina social. Recuerdo esto porque ahí es clarísimo que esa transformación profunda se hace con la lógica de la crueldad. La crueldad como mecanismo de disciplinamiento, como reposición de jerarquías, como evita-ción de los conflictos, la crueldad como principio de organización de la vida.

Hay una antropóloga feminista, Rita Segato, que usa una expresión: ‘la pedagogía de la crueldad’. La usa para pensar el constante crecimiento y la evidencia de una crueldad sobre el cuerpo de las mujeres y sexualidades disidentes, una crueldad que vemos en los índices de femicidios. Para dar un solo dato, todavía hoy en la Argentina se produce un femicidio cada 30 horas. Muchos de estos feminicidios involucran, además, prácticas crueles como la tortura, las violaciones. Segato desarrolla la expresión (la pedagogía de la crueldad) para pensar los crímenes de Ciudad Juárez. Se combina en ese territorio una mezcla de economías ilegales de frontera, maquilas y producción a gran escala. Ese territorio es y representa uno de los lugares de la oleada de la globalización, con fuerza de trabajo feminizada y asesinatos recurrentes, impunes, de mujeres jóvenes. Segato dice que la crueldad enseña y disciplina no solo a las víctimas directas, sino a todo el colectivo al que pertenecen las víctimas. Al mismo tiempo, cuando se cometen actos crueles, se advierte, se amenaza y se enseña a todos a tener cuidado. Por eso la crueldad es un principio de organización social.

FIDE: Crueldad y disciplinamiento social ¿En la región ha ganado el miedo? Parecería que la igualdad no tiene el valor que uno podría pensar que tiene…

MPL: El miedo no constituye un buen principio de organización política, el miedo social no es un buen principio. Por eso, en mi opinión, cometemos un error cuando en nuestra tarea cotidiana de militancia política decimos que lo que va a pasar es terrible, que vamos a tener otra corrida cambiaria, que vamos a estar mucho peor, sin trabajo. Aunque sea cierto y todas nuestras proyecciones sean correctas, el miedo no necesariamente lleva a las personas a construir políticas emancipatorias y, muchas veces, ni siquiera sirve para articular estrategias defensivas en términos colectivos. El miedo —y esto también está en juego en el caso brasileño— sí representa una formidable base de sustentación para las políticas de las derechas. Las derechas construyen desde y con el miedo, construyen a partir del miedo y lo hacen sobre la base de algo fundamental, que es el miedo a perder la vida, la familia o las cosas.

Uno de los argumentos que utilizó el bolsonarismo fue que todos tenían derecho a estar armados y a matar si es necesario. Hay publicidades electorales donde explícitamente se les disparaba a las personas que robaban. En el caso argentino este argumento existe, pero es menos explícito, tiene sus problemas. El Gobierno avanza en ese sentido, pero no sin inconvenientes. Podemos citar el caso Chocobar o la defensa mediática permanente de aquellos casos privados en los que una persona repele y mata en defensa propia.

La fortaleza electoral del macrismo, su núcleo duro, se afirma en dos planos: contra la idea de igualdad, un grupo de votantes anti-igualitaristas que lo declaran cuando construyen su argumentación contra otras fuerzas políticas, y contra el gobierno anterior funda-mentalmente porque igualó “lo que no tenía que igualar”. Estas creencias se complementan con las ideas meritocráticas que están instaladas en todas las clases sociales. El valor de la desigualdad se asienta en cuestiones tan básicas como que “yo trabajo y la otra recibe el plan”, o “las dos recibimos el plan pero yo lo merezco más”, o “yo me esforcé toda la vida aunque sea un heredero”. Todo ese componente meritocrático se aglutina en torno al valor de la desigualdad y expresa un núcleo duro y muy persistente de la sociedad argentina. Estos argumentos se complementan con una demanda por seguridad, con un Estado policial activo que no tenga ningún miramiento respecto a los derechos.

FIDE: ¿En qué dispositivos se sustenta esta legitimación de la desigualdad?

MPL: Nosotros tenemos que hacer un esfuerzo para entender a ese núcleo, porque sobre él se sustentan las experiencias de las derechas. Contra la igualdad y a favor de la seguridad. Blumberg en una de las marchas de la seguridad dijo que había que cambiar el himno nacional y en vez de cantar “libertad, libertad” teníamos que cantar “seguridad, seguridad”.

Alain Badiou dice que es propio del neoliberalismo trazar una línea que divide entre las vidas que tienen mérito de ser vividas y las vidas que pueden ser descartadas. Las vidas que son descartables, que no vale la pena tener en cuenta, que no sirven, que no tienen utilidad, que no son productivas y que por no ser todo eso, son amenazantes. Con eso, el trazo entre vidas con mérito y vidas descartables requiere todo el tiempo la ampliación de estrategias de seguridad para dividirlas y para evitar que las vidas descartables atenten contra las vidas con mérito. Cuando él dice “vida descartable” en Francia, está pensando en los inmigrantes que cruzan el Mediterráneo para intentar ingresar a Europa.

Nosotros en América Latina tenemos las experiencias en nuestras villas y asentamientos, con las acciones de la Policía y la Gendarmería en esos territorios. En los barrios de nuestras grandes ciudades aparecen situaciones de muchísima violencia, muy vinculadas a la gestión de las economías ilegales y a la disputa fundamentalmente relacionada con las drogas o trata de personas, que terminan resueltas con enfrentamientos de bandas armadas. Hay un problema con la seguridad, y desde los movimientos populares emancipatorios es un tema difícil de tratar. Nos quedamos sin respuesta frente a esta violencia permanente y creciente que se vive en los barrios populares.

FIDE: Volviendo un poco atrás, ¿cuál es la promesa, qué es lo que el programa de la derecha ofrece que es entendido, al menos por una parte importante de la población, como una salida posible? Incluso cuando las políticas que explícitamente se proponen van en contra de los intereses de estos mismos actores…

MPL: ¿Por qué alguien como Bolsonaro, prometiendo más crueldad y más represión, es votado por muchas personas que van a ser víctimas de esa crueldad? No se promete una mejor vida. Solo se promete la preservación de la vida o, por lo menos, la posibilidad de que cada uno, individualmente y armado, se pueda defender de los ataques sobre su vida. Este Estado hobbesiano es un retorno a un momento precontractual. Hobbes decía que se construye el Leviatán moderno precisamente porque hay que evitar la situación del miedo a la muerte. ¿Qué pasa cuando se produce una situación social donde ese miedo a la muerte ya no lo evitan los estados? Aparecen situaciones como las que estamos viviendo, donde simplemente la gente dice “hagan lo que puedan”. Llevado a un ejemplo contemporáneo y en nuestro país, está bien que el Supermercado Coto compre un arsenal de armas para frenar los saqueos que puedan producirse. Las disputas entre las “narco pymes” en los barrios populares constituyen otro ejemplo donde la vida de los vecinos está francamente amenazada.

La cuestión es compleja. Mientras las políticas neo-liberales en la práctica material y cotidiana van produ-ciendo esta división entre vidas que merecen ser vividas y aquéllas que son desechables, esto además se articula con un fundamentalismo religioso que dice que esas vidas deben ser ordenadas, disciplinadas, normativizadas. Ese fundamentalismo les promete a las personas un cierto orden, una cierta contención ante ese miedo vital. Es decir, refugiarse en las iglesias y en el orden religioso en el medio de esa profunda desazón por condiciones de vida que no se pueden desarrollar.

FIDE: Un nuevo fascismo…

MPL: Hay discusiones respecto de si podemos considerar la experiencia que se abre en Brasil como un nuevo tipo de fascismo. Las publicidades de Bolsonaro han coqueteado explícitamente con muchos elementos e imágenes que provienen de la propia experiencia del fascismo de los años ‘20. La fuerza carismática del líder, la propia idea del mito. José Carlos Mariátegui, intelectual latinoamericano y muy sutil analista del fascismo, decía que solo podemos entender el fascismo como respuesta a la revolución rusa. Lo que hace el fascismo es tomar los núcleos que ya la revolución socialista había puesto en juego, invertirlos y darles un sentido conservador. El fascismo ve una revolución y la combate, la combate a través de un nuevo mito La revolución es nuestro mito, el fascismo construye sobre ese mito.

Mi impresión es que esta experiencia autoritaria que surge de las urnas responde a una profunda revolución subterránea, que es la revolución feminista. De hecho, las grandes manifestaciones en Brasil en contra de Bolsonaro (Ele Não), fueron producto de una campaña llevada adelante por los movimientos feministas. Es sobre esa transformación de la vida cotidiana, de las experiencias, de las subjetividades que aparece esta respuesta, con este nuevo esfuerzo de moldear subjetividades y volver a situar la disciplina.

FIDE: Este avance tan fuerte de las derechas en la región tiene también un efecto de desilusión sobre todo que fue posible construir. ¿Cómo podríamos retomar esa agenda de transformaciones progresistas, inclusivas y adaptarlas a las condiciones que hoy tiene la región?

MPL: Desde mi experiencia personal, lo vivido a principios del siglo XXI en la región puede ser caracterizado como un tiempo en el que respiramos. Durante una década ocurrieron otras cosas, aun cuando ese programa o proyecto fuera interpretado más como una excepción. Lo que podemos decir de todos esos años es que todos los días se llevaba adelante un conjunto de políticas públicas para evitar que esas vidas, que la propia lógica del neoliberalismo condena a ser descartables, no lo sean. Cada vez que se abría una escuela, cada vez que se agregaba una vacuna al calendario obligatorio. Es como empujar un elefante, todos los días, para que no te aplaste.

Disputar contra el neoliberalismo implica todos estos esfuerzos cotidianos, persistentes, difíciles. Esa posibilidad de respirar, de parar al elefante, es lo que los poderes globales quieren bloquear. Porque durante esos momentos fuimos capaces de crear una idea de derechos, otra idea de la articulación de lo social; nos vimos capaces de construir sociedades donde todos tuviéramos lugar y donde todas las vidas tuvieran va-lor. Parece un enunciado sencillo y, sin embargo, esta cuestión es o representa el centro de la disputa frente a esta revolución latinoamericana de la crueldad.

Para desarticular el proceso que veníamos construyendo, el macrismo operó a través de dispositivos concretos y muy eficaces. El macrismo pone en cuestión la idea misma de política y también discute, ataca la idea de que la política es una herramienta de transformación emancipatoria de las sociedades.

Para producir este desgaste, Cambiemos hizo dos cosas: en primer lugar, comenzó a criminalizar la protesta social. Las estrategias para criminalizar la protesta, a su vez, son cada vez más precisas. Recordemos que la primera represión que se lleva adelante la Ciudad de Buenos Aires es el 8 de marzo de 2017, al finalizar el paro internacional de mujeres. Tenemos otros casos de represión más dramáticos. Por ejemplo, en la movilización contra la reforma previsional y en las protestas en contra de la Ley de Presupuesto. En la acción de las fuerzas policiales se nota una gran eficacia. Se generan disturbios, se desata una represión feroz y se termina cazando militantes y activistas. En el caso de las protestas por la Ley de Presupuesto se reprime, y los detenidos son inmigrantes y dirigentes de movimientos sociales. Esto le permite al Gobierno construir la doble entidad de la amenaza: inmigrantes venezolanos y militantes como, por ejemplo, los chicos de la Garganta Poderosa. Se trata de una criminalización selectiva, muy precisa.

Al mismo tiempo, los medios de comunicación hegemónicos pasan durante horas las imágenes de una persona con una gomera tirando piedras y otro grupo de personas prendiendo fuego un conteiner. Esas imágenes son televisadas como la constatación de una amenaza al orden que, a la vez, produce miedo en la población y justifica la represión.

La represión y la forma de su televisación borran de un plumazo la protesta, la movilización, y también eliminan la discusión de fondo, el tema que ha suscitado la respuesta por parte de la sociedad: un presupuesto de ajuste, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, etc. Este proceso de desarticulación de la discusión de fondo y de la respuesta popular nos pone en jaque. Cuando hacemos política, nosotros sabemos hacerlo en la calle, sabemos movilizarnos, pero no sabemos qué hacer frente a un gobierno al que no le importa que nos movilicemos, que trata de modo represivo esa movilización y genera, al mismo tiempo, una puesta en escena donde esa movilización no existe. No sabemos cómo se construyen políticas de oposición frente a eso. Yo siento que es la primera vez que los movimientos populares estamos en un estado de dificultad de lidiar con una estrategia que se nos puso enfrente. Tenemos las redes sociales, tenemos medios autónomos, pero solo en pocos momentos logramos romper esa maquinaria tan precisa de producción de imágenes y puesta en escena que existe.

El segundo movimiento que hizo el macrismo, muy pegado a la criminalización de la protesta y a su desvanecimiento comunicacional, fue la asociación de la política popular con la corrupción. Esta estrategia no sólo se ha utilizado en el caso argentino. Todos los gobiernos populares en América Latina sufren el mismo tipo de ataque. Lula preso en Brasil, el caso de Honduras, lo que viene sucediendo en Ecuador, donde el vicepresidente está preso y aquí, en la Argentina, con el caso de la ex presidenta que sufre una persecución fuera de serie. No me quiero olvidar de Milagro Sala, presa desde principios del Gobierno, desde enero del 2016.

Todos esos encarcelamientos son los que producen esta asociación profunda entre política popular y corrupción, los vuelven indistinguibles. Lo dijo un juez y lo repite la televisión. Es un procedimiento muy instalado y también sabemos que es un procedimiento con el que vamos a tener que lidiar, pensando que es un procedimiento que no hay que desdeñar como fuente fundamental, como sustrato de la votación de Bolsonaro. La última vez que estuve en Brasil, en julio, charlando con la gente de los hoteles, los que conducen taxis, cuando les preguntábamos por las elecciones aparecía Bolsonaro, y cuando preguntábamos porqué, la respuesta era ‘porque Lula es un ladrón y corrupto’.

El otro día una amiga me cuenta que, caminando por Recoleta escucha que un mozo le grita a un portero del mismo barrio ‘Vamos Bolsonaro, carajo’. Tenemos que poder pensar porqué desde los movimientos populares no logramos constituir una argumentación que pueda explicar cuestiones tales como el financiamiento de la política, las lógicas estructurales de corrupción en el Estado. Por más esfuerzo que miles de funcionarios estatales hayan hecho para empujar al elefante o evitar que siga avanzando, la realidad es que algunas de estas prácticas siguen en pie. Poder plantear esas cuestiones es muy difícil y significa quizás confiar demasiado en la racionalidad de la población, pero estamos obligados también a pensar en términos de realismo y en términos de racionalidad de nuestros conciudadanos.

FIDE: Al mismo tiempo, y para usar un término que usted ha utilizado, parecería haber un cierto convite a la crueldad. Porque algunas de estas escenas montadas por el Gobierno luego quedan desarticuladas con la realidad de lo sucedido… ¿es así?

MPL: El macrismo está poniendo en juego una lógica cínica de construcción del poder político. Este dispositivo o estrategia les permite decirles a todos los que apoyan su gestión: “ojo, que vos también sos cómplice, que vos también tenés que hacer un esfuerzo para creernos, porque no te vamos a mentir”. Saludan después de un acto a una plaza vacía o hacen llamados con un decorado de fondo que cambia. Es como si quisieran, a propósito, mostrar el armado, las costuras. Entonces el Gobierno da un paso más y dice: “si estás de este lado es porque estás aceptando que estamos gobernando para enriquecer a algunos, para transferir ingresos, para privar de derechos y para decir que algunas personas no tienen porqué seguir vivas”.

Cuando Vidal cambia la taza de su decorado en un video que ellos mismos producen eso es lo que nos dicen. No hacen el esfuerzo de ocultar. El experimento de las derechas implica el despliegue de estrategias para condicionar la subjetividad, lo que creemos, lo que no creemos. Por eso vale la pena recordar la famosa frase de Margaret Thatcher: “de lo que se trata es de moldear almas”. Impulsan una transformación económica, pero también pretenden construir de nuevo estas subjetividades para que no haya red. Se puede hacer en la Argentina, por medio de esa razón cínica que nos dice “Ustedes son tan crueles como nosotros. Ustedes nos votan no porque crean en los globos de colores y quieran una fiesta, nos votan hoy y sostienen la imagen porque están de acuerdo con que la política tiene que analizarse de acuerdo a esta razón cínica, que no es otra cosa que plegarse sobre los poderes existentes”. Eso es lo que está en juego, que la política se vuelva tautología del poder.

FIDE: Está entonces este convite, este “acomodamiento de almas” y, al mismo tiempo, un cierto desparpajo que pone sobre la mesa un programa de gobierno que objetiva y materialmente va a atentar contra las condiciones de vida de quienes lo votan. ¿Cómo podemos operar sobre esta contradicción?

MPL: ¿Por qué se vota en contra de los propios intereses? ¿Por qué razones se puede elegir algo que sabemos que es adverso? ¿Cómo funciona? ¿Y qué hacemos para contrarrestarlo? ¿Cómo reconocemos los modos de la militancia frente a eso? Yo tiendo a pensar que el tiempo que tenemos es el de militar sin ilusión. Militar sin ilusiones es militar sin esperar una sublevación a la vuelta de cada esquina ni una crisis que nos favorezca. Militar sin ilusiones es saber que hay que construir una organización y que esa organización es ambivalente y compleja.

Digo esto y hablo como kirchnerista; creo que cuando asumió el macrismo un error que se cometió desde nuestras propias sensibilidades fue decir “esto no puede durar”. Voy a contarlo desde mi propia ilusión: el 9 de diciembre de 2015, con la Plaza de Mayo colmada, pensé: “somos todo esto, somos la primera minoría de este país, tenemos mayoría legislativa, no nos tenemos que preocupar tanto”. La mayoría legislativa no nos duró nada. Pero, la verdad sea dicha, es iluso pensar que sería tan fácil condicionarle la gobernabilidad a este tipo de derechas que esta vez llega por los votos.

Creo que la experiencia del movimiento de mujeres ha sido, en ese sentido, una experiencia fenomenal, porque es un ejercicio de transversalidad. Los paros nacionales de mujeres fueron actos de transversalidad. Estamos inventando estrategias de articulación. Pero como es tan transversal, creo que va a tener presencia en todas las agendas electorales pero no va a tener candidatura. Madame Lagarde diciendo que hay que poner más mujeres en los gabinetes y la exploración del mundo de las fundaciones u ONG neoliberales, eso es uno de los desafíos que tenemos: evitar que se transforme en la agenda legitimante de una gobernabilidad neoliberal.

Como decía Gramsci, se trata de combinar el optimismo de la voluntad con el pesimismo de la razón. Estar en los barrios, estar en las organizaciones populares; no veo que esa discusión se pueda dar en otro plano, lo que implica dialogar también, hacer trabajo de base y ser capaces de dialogar con una maestra que vota a Vidal. O hacemos el esfuerzo de construir ese diálogo o estamos en problemas para construir una alternativa electoral en la Argentina.

 

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