Ignacio Ramirez
“El peronismo está sometido a una indiferencia que puede resultarle muy productiva. Tenemos que superar algunas heridas narcisistas y desarrollar una estrategia que permita recuperar una promesa de futuro. No se trata de ‘volver mejores’, se trata de ‘ser mejores para volver’”
Conversamos con Ignacio Ramírez el miércoles 3 de julio para resumir los principales contenidos de su charla en el desayuno mensual de FIDE.
Ignacio es Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Magister en Cultura, política y comunicación por la Universidad Complutense de Madrid. Dirige el Posgrado en Opinión Pública y Comunicación Política de FLACSO, Argentina. Fue director de la consultora Ibarómetro y es consultor político. Como tal, ha participado en el diseño de campañas electorales en la Argentina, México y Ecuador. Nacho, como le dicen los amigos, tiene un uso sofisticado del lenguaje y se permite acomodar las palabras en ideas que generan, al mismo tiempo, sorpresa y entusiasmo. Con su expertise en campañas políticas logra entusiasmarnos en la posibilidad concreta de reconstruir una alternativa política haciéndonos fuertes en los ideales constitutivos del peronismo.
FIDE: ¿Cómo caracterizaría la situación en la Argentina, a siete meses del inicio del gobierno de Milei?
Ignacio Ramírez (IR): Me gustaría caracterizar la situación, aun conociendo la tradición de FIDE, proponiendo una relativización del peso de la economía sobre los asuntos políticos. Propongo relativizar el peso de la economía en honor a mi formación de grado ya que, recordemos, la sociología nace otorgándole un inusual protagonismo explicativo a la cultura y a la religión en el surgimiento y desarrollo del capitalismo. A esto me gustaría agregar algunos elementos y perspectivas que provienen de mi experiencia profesional en campañas electorales. Mi mirada es, en buena medida, hija de esta experiencia, digamos, más práctica. Es decir, estoy obligado a pensar para actuar en este tiempo, un tiempo donde se observan dificultades para presentar los conceptos y valores que integran el ideario de las fuerzas nacionales y populares. Me preocupa, especialmente en este contexto, que esas ideas puedan estar perdiendo fuerza electoral, fuerza afectiva y fuerza política.
En mi opinión, para poder superar la perplejidad y avanzar en la comprensión de este tiempo tenemos que superar algunas heridas narcisistas. Cuando digo “tenemos” me refiero a un “nosotros” que aglutina, a grandes rasgos, a un colectivo que se siente incómodo, ofendido o agredido por el discurso que se puso de moda y que plantea el presidente Milei, un “nosotros” que rechaza lo que está pasando, que no termina de entender la deserción electoral de algunos sectores y la disolución de algunas adhesiones. Estamos abrumados, aturdidos. Y estamos también en una circunstancia en la que tenemos que volver a explicar el Estado Nacional, sus funciones, los imaginarios en los que abreva y su relevancia. Y esto, que es muy importante, al mismo tiempo nos desalienta y agota: “¿explicar lo obvio?”. Nos asalta el miedo a la repetición fatalmente inútil, pero hay que volver a empezar para empezar a volver.
FIDE: ¿Cuáles son esas “heridas narcisistas” que el peronismo, y más ampliamente las fuerzas nacionales y populares, deben superar para poder empezar a plantear una alternativa al gobierno de Milei y su programa?
IR: Para describir la primera herida narcisista que debemos superar me gustaría usar un ejemplo trivial, personal. Cuando La Libertad Avanza ganó las elecciones, yo tenía programado un viaje por cuestiones profesionales a Portugal. Pensaba que ese desplazamiento me iba a sustraer, al menos durante una semana, del clima y de las consignas libertarias. Mi tarea sería participar en un seminario en el que iba a describir el experimento Milei en un país donde gobernaba el socialismo. En definitiva, según mi composición de tiempo y espacio, viajaría a un contexto completamente distinto al argentino. Aterricé en Portugal y cuando fui a la estación del subte del aeropuerto advertí el cartel de un candidato, al que yo no conocía, que decía “portugueses de bien”. No solo me sentí sorprendido al ver aquella frase “tan familiar” sino que además me sentí un poco estafado. Todo esto para decir que la primera herida narcisista que tenemos que superar es que pensamos que Milei, su estilo y su lenguaje, es una excepcionalidad argentina. Y eso es un primer gran error. No sé si inventamos la birome, pero seguro no inventamos esta versión contemporánea, radicalizada, desinhibida de las derechas.
Hay mucho material de buena calidad sobre las experiencias en los Estados Unidos y en Brasil, también en otros países, entre ellos algunos europeos. En particular, lo que tenemos que superar es un tipo de “narcisismo ideológico peronista” que nos hace pensar que tenemos muy poco en común con la cultura política de otros países y que, por lo tanto, constituimos una excepción, “podemos ser los mejores o los peores con la misma facilidad”. Cuando uno se toma el trabajo de leer sobre Trump y sobre Bolsonaro y sobre las experiencias en Brasil y en Estados Unidos en los últimos quince años, la verdad es que concluye que hay escasa, por no decir nula, excepcionalidad en el caso argentino. Como dice la cumbia: “Argentina, no te creas tan importante”. Por supuesto, existen variaciones nacionales y matices en los escenarios y los personajes, pero lo más impactante son los puntos de encuentro. Con un agravante en términos de herida narcisista, ya que la experiencia argentina viene al final; es decir, llega después de Trump y después de Bolsonaro. Entonces tampoco es que estamos inventando y/o exportando algo. Por el contrario, parecería más bien que estamos importando algo que ya fue experimentado en otros lugares.
Resumiendo, la primera herida narcisista es que Milei no tiene tanta originalidad. No sería plenamente adecuado hablar de un fenómeno “importado”, pero sí de un síntoma muy epocal ligado con circunstancias cuyo alcance desborda nuestra geografía. De hecho, cada vez más cabe hablar de una opinión pública “post geográfica”, en virtud de los procesos, mecanismos y soportes a través de los cuales los ciudadanos forman sus percepciones del entorno y sus opiniones políticas.
Cuando digo Milei, me refiero a un conjunto de discursos, de argumentos, de ideas. Milei como texto y contexto. Uso un atajo para designar ese dialecto de época y lo llamo “Milei”. Pensando en estos términos, Milei no es el producto directo de alguna frase desacertada de Alberto Fernández, ni de alguna decisión equivocada de Cristina Fernández, ni de alguna especulación de Sergio Massa. Podemos hacer una larguísima revisión crítica de sus comportamientos, pero el fenómeno Milei también está presente en Brasil, Estados Unidos, Italia, Francia, Austria, Países Bajos, todos países muy distintos, heterogéneos, con sistemas políticos muy diferentes.
En todos estos casos encontramos un conjunto de “enlatados” que se repiten con pequeños esfuerzos de adaptación: argentinos de bien, portugueses de bem o “choriplaneros”. Inclusive en Brasil también existe la expresión “choriplaneros” y también hay un equivalente en los Estados Unidos. Qué decir del significante CASTA, aterrizado en Argentina después de dar la vuelta al mundo. Se expresa con palabras diferentes un mismo sentimiento: la furia contra la Igualdad, contra el Estado, contra el pobre; la expansión de lo que Verónica Gago denomina “neoliberalismo desde abajo”. Son estas emociones, el miedo, el asco, el resentimiento, el nihilismo ridiculizador, las que distinguen al ambiente afectivo ideológico del mundo o del presente en occidente.
Bajo este clima electrizado, durante los últimos años se produjeron estallidos sociales en muchísimos países, con sistemas políticos frágiles. Se habla de la erosión de las democracias liberales. Digamos que cada politólogo tendrá una etiqueta distinta para caracterizar esta etapa, pero uno podría decir que hay un estado de malestar, un contexto contemporáneo realmente sombrío donde, además, retornan problemas atávicos: una guerra en el centro de Europa, violencia y nacionalismos beligerantes, etcétera. decididamente, vivimos en occidente un momento poco luminoso.
FIDE: En este momento poco luminoso también parece haber un deslizamiento hacia la derecha, de algún modo justificado por la falta de resultados en materia distributiva, fundamentalmente. Y también un incremento de la violencia, de un discurso que ya no solo no cuida las formas, sino que, por el contrario, se hace fuerte estableciendo la cultura del odio, del desprecio. Y quizás lo más difícil de procesar es el éxito que todo este derrotero produce en términos de resultados electorales, una derechización que se retroalimenta y que va corriendo los límites.
IR: La desigualdad viene creciendo; se trata de un fe-nómeno global, agudizado a niveles tal vez incompatibles con la integración y otros prerrequisitos sociales de una democracia estable.
Algunos autores establecen un nexo entre el crecimiento de la desigualdad y la polarización tan agresiva que corroe el debate público en todos lados. Es evidente que Milei es causa y consecuencia de una generalizada anomia, digamos, para volver a un vocabulario caro para la sociología. La descomposición, la desintegración, va gestando, va incubando situaciones que no se pueden revertir con algunos años de crecimiento. Se trata de procesos de descomposición, de desintegración social. Períodos cortos de crecimiento del PIB los pueden atenuar, postergar, pero estamos hablando de procesos y de desintegraciones muy profundas. Nuevamente con Weber: transitamos un nuevo “desencantamiento del mundo”.
Esta experiencia y este experimento (Milei) es un proceso que profundiza la desintegración, la desintegración de las instituciones, de las ideas de cualquier tipo de política pública, ideas ligadas a la vida en comunidad, a la igualdad, a la seguridad social, etcétera. Es una etapa muy desintegradora. Otro rasgo en común, que exige relativizar un poco la originalidad argentina, es el desplazamiento de la derecha hacia la derecha. Este mismo fenómeno se observó en otras experiencias: en Brasil también sorprendían dirigentes muy centristas volcándose a un programa filo-nazi. Es decir, el desplazamiento de la derecha a la derecha, a veces táctico, a veces por convicción, produce una especie de desinhibición ideológica, un fascismo reprimido que ahora se siente liberado para expresarse sin eufemismos ni complejos. Milei aparece como un personaje desinhibido que ofende, que ataca. Hay algo en la forma, en sus formas, que pareciera amoral (no dije inmoral), desinhibido, deliberadamente imprudente, muy poco responsable. Bueno, eso también ocurre en todos lados. Esta derecha contemporánea adopta formas bastante extravagantes. Milei, Bolsonaro, Trump… Hay un evidente aire de familia en la extravagancia de los personajes que están encarnando o dándole cierta competitividad electoral a estos discursos y a estas ideas.
Hace bastante tiempo que la derecha viene pensando y actuando en términos de “batalla cultural”. Desde esta perspectiva, la pelea no se da únicamente en la arena electoral, no se da únicamente durante las campañas, se da todo el tiempo y en todos lados: en las universidades, en la televisión, en el periodismo, en las redes y el objeto de esas disputas no es tanto un programa económico, sino un modelo de sociedad. Esa expresión que nos resultaba familiar (“guerra cultural”) hoy se transformó en un típico manual de las extremas derechas. Hay un carácter visiblemente novedoso en el fenómeno Milei, aun cuando tenga antecedentes, por ejemplo el gobierno de Macri, pero es novedoso, presenta elementos nuevos. El macrismo, para ganar, tuvo que adaptarse a las posibilidades ideológicas de época. Macri no hizo campaña diciendo que la justicia social es una aberración, hizo campaña sacándose una foto con una nena humilde, es decir simbolizando que la justicia social era necesaria. El PRO no prometía motosierra, sino “reparación y modernización”. Si hacemos memoria, Macri hizo campaña prometiendo no privatizar, dijo también que nadie iba a perder ningún derecho. Milei, en cambio, hizo campaña diciendo que los derechos salen plata. Los discursos son más desinhibidos y, al mismo tiempo, se diluye el peso de la “autoridad técnica”. En el macrismo teníamos al mejor equipo de los últimos 50 años, eran empresarios que “sabían cómo hacer crecer al país”, que tenían experiencias “exitosas” en sus empresas. Digamos que es lo opuesto de poner a Pettovello como ministra de tres carteras importantísimas. En el gobierno de Milei hay muchas figuras que podríamos caracterizar como advenedizos, improvisados, como salidos de una feria. Eso tampoco es una originalidad argentina. Aparece un Estado asaltado por improvisados, charlatanes, gente con dificultades para articular una idea. Bueno, en este punto hay un contraste importante con el primer macrismo, conformado por gente muy “calificada” o “muy acreditada”.
Otro contraste con respecto al macrismo alude a que en esta “nueva” derecha la promesa de bienestar y futuro no parece estar tan presente como lo estuvo en el primer PRO. En aquel momento la pregunta era cuándo llegaría el bienestar el famoso segundo semestre, la lluvia de inversiones, etc. Milei, en cambio, habla todo el tiempo de ajuste, no evita hablar de economía, de lo mal que está todo, del sufrimiento que hay que atravesar y no promete nada a futuro, no dice que después todos vamos a estar mejor. Estamos frente a una criatura nueva, un contexto distinto. No es una excepción argentina, pero es un escenario nuevo, distinto.
Bueno, pasamos de la razón tecnocrática a una especie de pasión nihilista. La derecha ya no se apoya sobre esa razón tecnocrática, aun cuando fuera mentira porque todos sabemos que la economía de un país no es una empresa, por dar un ejemplo. Lo que abiertamente despliega Javier Milei es una pasión nihilista, vengador vicario de una sociedad enojada y con ganas de revancha. Más allá de su apariencia profesoral, la autoridad de esta derecha no se apoya tanto en el Saber sino más bien en el Poder, en una voluntad que no reconoce límites. Eso va a terminar mal y Milei dice “sí, claro que va a terminar mal, porque hay que romper todo, porque hay que destruir todo”.
Esta derecha es un problema y nos tiene a todos muy preocupados porque explota las pulsiones más oscuras de la condición humana. Hay una estratégica explotación de lo que el sociólogo francés Francois Dubet llama, spinozeanamente, las pasiones tristes. Estos espacios y estas derechas acumulan gestionando el rencor, el miedo, el asco, la desconfianza. Con este tipo de emociones políticas acumula la derecha.
FIDE: En este contexto, que trae elementos nuevos, formas de comunicación diferentes, ¿qué lugar ocupa la polarización política?
IR: Muy destacado: es el contexto. No solo se trata de opiniones distintas y desacuerdos, sino que se presenta una especie de discontinuidad del lenguaje; parece haberse roto la realidad compartida. En este contexto la posibilidad del diálogo se hace bastante compleja. Doy un ejemplo para que se entienda: aún hoy, entre los votantes de Trump hay un porcentaje enorme que sigue sosteniendo que hubo fraude. Este nuevo contexto representa todo un desafío para el lenguaje político que se necesita para hacer crecer la economía y mejorar la distribución del ingreso, para las fuerzas nacionales y populares. Esto es evidente, pero, al mismo tiempo, como decíamos antes, también existen ejemplos donde fue posible retomar la agenda progresista y ganar elecciones. Para ello es necesario que elaboremos algunas cuestiones
FIDE: Las heridas narcisistas….
IR: Efectivamente. La segunda herida narcisista es la más profunda y tiene que ver con la idea, la autopercepción que nosotros tenemos o teníamos sobre nuestro país y nuestra sociedad. Podríamos resumirlo con el “Aquí no”. Mientras veíamos a Trump, mientras veíamos a Bolsonaro, repetíamos: “Aquí, en la Argentina eso no puede pasar”. Defendíamos esa negadora certeza a través del siguiente marco explicativo: aquí no podía pasar nada de eso porque aquí pasó el peronismo, porque por aquí también pasó Alfonsín, porque por acá pasó Irigoyen. Hay cosas que no nos podían pasar por la excepcionalidad de la cultura y de la matriz cultural argentina formada a lo largo de la historia. Bueno, vamos a tener que superar esta segunda herida narcisista también, no somos una excepción y no somos inmunes por nuestra historia social y política. Nuestra sociedad puede votar de manera mayoritaria estos discursos extremos, llenos de odio, de resentimiento, al igual que en Brasil y Estados Unidos.
Pero quiero aclarar que esto no quiere decir que no existan diferencias y que ya no queden huellas culturales del peronismo y de las diversas tradiciones políticas populares. Pensar eso es un error. Pero sí es importante tomar nota de esta transformación o de esta realidad, ya que durante mucho tiempo fue un argumento para negar el ascenso de la figura de Milei y de su radioactividad narrativa. Acá no, sosteníamos, porque existe una mirada del Estado distinta a la de Chile, una perspectiva sobre la igualdad y la justicia social diferente que en Brasil. En todo caso, estas experiencias, este escudo cultural no fue suficiente para neutralizar el peligro. Algo cambió y tenemos que tomar nota de estos cambios. No es necesario idealizar a la sociedad, precisamente por eso queremos transformar la realidad.
Ahora quiero ocuparme de otra herida narcisista que tenemos que elaborar y que concierne a la “calidad:”de nuestra dirigencia política. Para abordarlo, voy a relativizar todo lo que acabo de decir sobre Milei y los fundamentos culturales de su ascenso. Cuentan que el Papa recomendaba una lectura a la gente que lo visitaba a lo largo de los últimos tiempos, sobre la llegada de Hitler al poder. La llegada de Hitler al poder es un proceso por obvios motivos muy estudiado. Hay distintas explicaciones y factores que intervienen en ese proceso. Lo que cuenta y cuestiona el libro que recomienda el Papa (“A treinta días del poder” de Henry Ashby Turner) es lo que hicieron los dirigentes políticos alemanes con Hitler. Para resumir: hay una serie de acciones concretas de la dirigencia, en un momento particular y complicado, que hacen posible a Hitler, y lo mismo ocurre con Milei y sus ideas. Es decir, el análisis sociológico del contexto que hicimos es relevante pero no suspende las responsabilidades de muchos dirigentes. La idea central es que es muy importante lo que hagan los dirigentes políticos para facilitar o evitar que las sociedades ingresen en una pendiente de desintegración.
Una sociedad puede tener furia, una sociedad puede estar desplazada a la derecha, una sociedad puede estar al mismo tiempo angustiada, puede odiar, pero la clase dirigente tiene otras responsabilidades. No cabe culpar a la sociedad de lo que hacen sus élites. Muchas veces se habla de un “Milei roto” que representa a una sociedad también rota. Yo creo que lo que representa Milei es un sistema roto, un sistema de partidos que se rompió, una dirigencia rota (no solo política). El uso táctico de Milei, extensivo al macrismo y también al peronismo, tuvo efectos muy dañinos.
Y esto me lleva a la última herida narcisista que creo que tenemos que superar para poder pensar un futuro político y social transformador e inclusivo. La peor y, también, la mejor noticia es que “no somos más el centro”. En este nuevo contexto político, no importa tanto qué esté haciendo o diciendo Cristina o el kirchnerismo, durante mucho tiempo centro de gravedad en presencia o en ausencia (de hecho, el macrismo no hizo otra cosa que ratificar todos los días la centralidad del kirchnerismo) de toda la discusión pública. Por primera vez, diría que el peronismo está siendo sometido a una indiferencia muy productiva. Involuntariamente, la mejor contribución que le pueden hacer al peronismo es la indiferencia, la pérdida de protagonismo. Nadie se puede repensar o reinventar mientras lo están mirando. Es importante notar, de hecho, que Milei en general casi no se refiere al kirchnerismo o al peronismo, al menos no lo hace obsesivamente. La “pesada herencia” es un recurso retórico poco importante y habitual en las estrategias discursivas del presidente, quien prefiere discutir contra el socialismo, contra el marxismo y otros fantasmas que parecen salidos de una la guerra fría. Qué entiende por socialismo o comunismo, eso es otro asunto, pero no somos más el centro. El centro de gravedad de la política argentina se desplazó desde Cristina, desde el kirchnerismo, desde el peronismo, hacia Milei. El actual presidente, con su propio magnetismo, es quien organiza hoy las pasiones políticas de este presente, a favor y en contra.
Esta es la principal herida narcisista y nos está costando asimilarla. El objeto principal de los ataques de esta derecha no es el kirchnerismo y no es tampoco lo que hizo el último gobierno del FdT, aunque sí sea una preocupación obsesiva de muchos dirigentes de las diferentes tribus del peronismo. Milei casi no se refiere al gobierno de Alberto, a las internas. Incluso en campaña tampoco fue un asunto central ¿Cuál es el Milei que recordamos de la campaña? El de la motosierra, el de la Escuela Austríaca, el de la justicia social como aberración, el que dice que los derechos cuestan plata y que plata no hay, el que refiere a una casta que es la explicación de todos los males, conjuntamente con el Estado. Para Milei el oriente de la decadencia es algo mucho más grande que una gestión de 4 años; de hecho, el desastre puede ser Cristina o Melconian, también Lousteau, el desastre puede ser Alfonsín o cualquiera que lo critique. Mañana podría ser Caputo.
En síntesis, el peronismo y/o Cristina hoy no son más el centro y en la Argentina claramente el protagonista de la escena política es Milei. Estos desplazamientos no buscados representan, sin embargo, una oportunidad para el camino que se necesita transitar en la construcción de una propuesta política superadora del mileismo.
FIDE: Partiendo entonces de este deslizamiento del centro de gravedad, de este peronismo “fuera de escena”, lejos del centro de atención, ¿cuáles son las claves para articular esa nueva propuesta?
IR: Ya planteamos las 4 heridas narcisistas: no somos originales, no tenemos un antídoto cultural, nuestra dirigencia fue responsable y no estamos ni somos más el centro de la escena política. En clave pragmática y optimista, me gustaría proponer 10 aforismos (elijo “aforismos” en vez de llamarlas “tesis”, ya que suena pretencioso y demasiado alemán) para “atravesar el desierto”, como bosquejos a la hora de pensar y edificar una alternativa contemporánea a este contexto que hemos venido describiendo.
Primer aforismo
Al primer aforismo lo presentaría de la siguiente manera: “Los peronistas se han dedicado a analizar a la derecha cuando de lo que se trata es de vencerla”. No digo que el análisis no sea necesario, pero me parece que la etapa de análisis está un poco agotada. No se trata, como hemos conversado, de un enigma metafísico sino de un fenómeno bastante extendido, algo que está ocurriendo en otros lados. Entonces me parece que hay que poner en marcha la acción.
Segundo aforismo
El segundo aforismo dice: “Esto recién empieza”. Tenemos que abandonar el estado de negación y perplejidad y corrernos del estado de ansiedad en el que estamos porque el fenómeno Milei no termina la semana que viene. De ninguna manera constituye una pesadilla de la cual vamos a despertar pronto; es la realidad más real de este tiempo. No hay ninguna razón para pensar que esto termina la semana que viene y, quizás más importante, no hay ninguna razón para creer que si esto terminara la semana que viene lo que vendría después sería necesariamente mejor. Se trata de un ciclo de cuatro años y hemos transitado tan solo siete meses, mientras que el fracaso de la experiencia del Gobierno Nacional del FdT aún no termina de terminar, es un fracaso que aún sigue fracasando. Ahora bien, así como ya hemos hablado de la responsabilidad de los dirigentes en la emergencia de Milei, tampoco es razonable que le exijamos a los dirigentes de la oposición que reaccionen como si estuviéramos en una campaña presidencial que se dirime la semana que viene. Para usar una imagen del fútbol que es parte de nuestra cultura, no le podemos pedir a los jugadores cosas para los últimos 10 minutos, porque el partido realmente recién empieza. Hay una responsabilidad de los dirigentes, por supuesto, en construir un escudo que permita proteger los derechos, rechazar las agresiones, los insultos, las amenazas, los despidos, la falta de medicamentos, cosas reales y crueles. Pero no estamos en la etapa ofensiva electoralmente.
Tercer aforismo
Relacionado con esto, el tercer aforismo invierte una vieja consigna política: “Cuanto peor, peor”. Tenemos que rechazar la idea, expectativa o deseo inconsciente de que un estallido social purificador o crisis pondrá las cosas en su lugar. No queda claro cuál o cuáles serían los motivos por los cuales la sociedad debería producir un estallido o experimentar una crisis aún más grave. La idea de que hay una sociedad que espontáneamente va y rectifica lo que la política no hace es bastante inexacta y perezosa. Eso no quiere decir renunciar a denunciar el sufrimiento del pueblo o a visibilizarlo, pero los dirigentes no son meros documentalistas, tienen que poder representar ese sufrimiento y ofrecer un horizonte alternativo de reparación.
Aquí vuelvo sobre algo que conversamos antes, hay ejemplos en la región –no estamos solos– donde fue posible plantear alternativas superadoras a la extrema derecha. ¿Por qué el bolsonarismo fracasó en Brasil? Trump, por su parte, pierde con Biden, no reelige, pero ahora vuelve a ser candidato y es un candidato competitivo. Esto recién comienza.
Cuarto aforismo
Entonces, planteo el siguiente aforismo: “no estamos frente a un recreo después del cual todo se normalizará, estamos frente a una ruptura”. Estamos frente a una discontinuidad, una ruptura histórica profunda, muy profunda. Milei y lo que Milei representa significa el reseteo del escenario, de actores y lenguajes. Dicho de otro modo, el post-Milei no equivale al pre-Milei.
Cuarto aforismo: “no estamos condenados al regreso”. Es decir, este espacio, estas ideas, nuestras ideas, podrían evaporarse u ocupar un rol marginal. No creo que vaya a ocurrir y tenemos la responsabilidad de hacer muchas cosas para que esto no suceda. En otras palabras: ni el peronismo tiene algo esencialmente que lo hace eterno (por tanto, que no requiera ser defendido, mejorado, actualizado y sostenido), ni la derecha fracasa inexorablemente por el malestar social que producen sus políticas de ajuste.
Quinto aforismo
Llegamos a la mitad, aforismo número cinco: “Lo que les sirve a ellos, les sirve a ellos, no a nosotros”. Aludo a las ideas, emociones y formatos que envuelven a estos liderazgos. Por ejemplo, la antipolítica se devora a sus hijos, es decir, la tentación de disfrazarnos es fatídica: dejar de hablar del Estado, participar de este desprestigio de la política, bajar la agenda feminista, no hablar de derechos sociales, ni de mercado de trabajo heterogéneo y movimientos sociales, derechos humanos, inclusión. No. Todo eso desembocará en convalidar el triunfo cultural de ellos. Si desde el peronismo, o desde cualquier perspectiva política más sensible e inclusiva, se continúa agudizando la insatisfacción con lo público, con el Estado, como dimensiones culpables por sí mismas de los padecimientos y privaciones reales e imaginarias elaborada en esos términos, la furia tendrá una representación muy diferente a la que podríamos ofrecer “nosotros”.
Cultivar esa emoción (el odio al Estado) hace y hará crecer discursos que nos van a derrotar o neutralizar o esterilizar. Recuerden cuando Thatcher dijo que su mayor éxito era Tony Blair. Es muy importante tener en cuenta que lo que les sirve a ellos en términos de forma y de contenido, les sirve a ellos, no a nosotros. ¡La solución no pasa ni pasará por imitarlos! En este sentido, también interpreto como signo de la confusión conceptual e ideológica que impregna a una fuerza política que viene de sufrir una dura derrota, la expectativa que campea de que un outsider salvaje pudiera salvar al peronismo. Es una idea políticamente equivocada y estéticamente inauténtica. La solución a Milei no es un Milei de izquierda o un Milei peronista, de ninguna manera. Tampoco conviene romantizar excesivamente un supuesto sujeto social milieista al que habría que representar con los mismos discursos. Ojo con una sociología ingenua sobre la historia y raíz de las percepciones o una sociología puramente descriptiva de los aspectos más injustos de la realidad. No siempre lo que le sirve a la etnografía le sirve a las estrategias políticas. El discurso político no tiene por función describir la realidad, no representa como un espejo; representa, y a la vez produce, aspiraciones, valores, horizontes y afectos políticos.
A veces se advierte una confusión de géneros entre la retórica sociológica o politológica y una retórica propiamente política. Un dirigente no es aquel que ofrece la mejor explicación de los fenómenos sociopolíticos, mucho menos la explicación más “científica”.
Sexto aforismo
Aforismo número seis: A diferencia de los ‘90, no estamos en una época de pensamiento único ni de “optimismo capitalista”. Donde vamos, vemos disputa y malestar. En la región hay muchísimos gobiernos que, aún con dificultades, son gobiernos de izquierda o progresistas. A esa lista, en breve, podría sumarse Uruguay, y veremos qué sucede en Estados Unidos. No estamos en la época del Consenso de Washington; en efecto, si acaso hay una palabra que nadie usaría para describir este contexto mundial es “consenso”. Todo es objeto de disputa, no hay ningún consenso y tampoco estamos seguros de que este consenso pudiera tener lugar en Washington. Yo no veo, insisto, un clima ideológico transversal y hegemónico. No hay pensamiento único y tampoco hay optimismo capitalista. Hay disputa, hay malestar y hay que discutir el sentido de ese malestar, la conducción de ese malestar, la gestión política de ese malestar.
En resumen, es importante que nosotros sigamos confiando en nuestras ideas y busquemos las nuevas formas para expandirlas en todos los ámbitos donde intervengamos. Salir de la queja crónica y actuar, decir, defender lo propio. Dejar de preguntarnos qué hacen los dirigentes para derrotar a Milei y preguntarnos qué hacemos nosotros para combatir las ideas mileistas en la arena ideológica. La pelea política se ha descentralizado, es en todos los ámbitos y es esencialmente de valores/ideas. Thomas Piketty, en su libro “Capital e Ideología”, desarrolla la tesis de que el enfrentamiento político ha sido siempre esencialmente ideológico. Estamos discutiendo la idea del Estado, la idea de la solidaridad, la seguridad social, los derechos, etcétera. Este es el sexto aforismo: la discusión es ideológica y se desarrolla en las diversas arenas de la batalla cultural.
Séptimo aforismo
El séptimo aforismo: Las armas de la autocrítica ya fueron usadas durante el período 2019-2023: ni tomar distancia, ni reivindicar, construir hacia adelante! Recomiendo controlar la tentación de la autocrítica, especialmente sobre el último gobierno del Frente de Todos, un fracaso que sigue fracasando. Más allá de eso, una fuerza política pidiendo disculpas es un espectáculo decadente y muy poco convocante. Por otra parte, las “autocrítica” suele ser una excusa para tramitar rencores que no tienen ninguna relevancia estratégica para enfrentar a Milei o para imaginar una campaña dentro de tres años. Dicho más brutalmente, la autopsia no resucita el cuerpo. Asimismo, el eje discursivo de Milei no es la pesada herencia, aquel gobierno del FdT ya fue derrotado. Lo que ataca ahora Milei, como presidente, es algo mucho más amplio, más constitutivo, ataca aspectos vigentes de nuestra sociedad, que aún no fueron desmantelados; por ejemplo: si tiene que haber Estado o no, si como sociedad debemos aspirar o no a más igualdad. Y justamente, lo que a nuestro espacio le está faltando es una discusión a fondo sobre el Estado; el Estado es lo que está en cuestión y noto demasiados peronistas y progresistas con ganas de darle la razón a Milei, un problema. En síntesis: si la derecha convence al peronismo de que el Estado sobra, que el Estado es el Problema, que no tendría que insistir con lo de la justicia social y los derechos, ahí podríamos decir que existe un ambiente hegemónico y que “Milei” ha triunfado.
Octavo aforismo
Octavo: “Sin el peronismo no se puede, con el peronismo no alcanza. Etapa de reencuentros y nuevas complicidades”. La derrota del FdT y de muchos gobiernos peronistas provinciales ha llevado, paradójicamente, a considerar que la derrota fue producto de una suerte de desvío doctrinario. En definitiva, habría que volver a las bases, al origen, a la pureza incontaminada. Además de una pavada, sorda a la ruidosa manifestación electoral de 2023, esta lectura constituye un error político.
El desafío que plantean las derechas extremas no se resuelve con una especie de terapia doctrinaria, relativa a una dimensión folklórica de una fuerza política enamorada de su supuesta singularidad. No es un tema metafísico ni tan telúrico; es un debate de ideas, intereses y programas que recorre todo occidente. Insisto con una idea que atraviesa a toda esta charla: en la Argentina estamos discutiendo lo mismo que están discutiendo casi todos los países. Hay un espacio político (que en nuestro país gobierna, pero en otros acorrala agenda y clima) que avanza diciendo que hay que desintegrar el Estado, desintegrar muchas de las instituciones o rutinas de la democracia, que la sociedad no existe (sic).
Me parece que muchos sectores del peronismo –me refiero también a la esfera twittera de la discusión– están enredados en improductivos rencores y vanidades personales que interfieren la discusión política y la generación de acciones que potencien una “sensación de alternativa” en el electorado al que debemos representar, “como escudo y como esperanza”.
La tarea no pasa por ir al encuentro de la esencia peronista, sino más bien por establecer complicidades firmes con todos los actores y fuerzas sociales y políticas dispuestas a construir una alternativa a este rumbo peligrosamente desintegrador que lidera Javier Milei.
Noveno aforismo
El noveno enfatiza un tema muy presente en los anteriores puntos: Los datos no generan pasiones políticas ni movilizan. Las ideas sí. Está en juego ni más ni menos que la posibilidad de recrear alguna idea de vida en común, de futuro en común. Semejante desafío requiere algo de optimismo: este mundo necesita de muchas de las ideas históricamente vinculadas con el peronismo y otras tradiciones políticas transformadoras. En este estado de cosas, las sociedades necesitan de Estados protectores, de sólidos sistemas de seguridad social, de desarrollos tecnológicos guiados por propósitos de desarrollo colectivo, de políticas industriales y de empleo, de activas políticas de ingresos, de mayor integración, que eviten colapsos sociales, etc.
En consecuencia, dejar de lado “nuestras” ideas por una supuesta adaptación táctica al ambiente ideológico de época sería un gran error. La tarea no es hacer una descripción del presente, tampoco una descripción –aun cuando pueda tener elementos de verdad– de un Estado fallido o que funciona mal. La idea de que en la Argentina no hay derechos es una profecía autocumplida bastante inquietante. Lo resumo en una imagen cotidiana: hay trabajadoras y trabajadores de Rappi que ya no están representados en las ideas clásicas del empleo que tiene el peronismo.
Pero cuando este trabajador tiene un accidente en la calle, recibe atención médica en un hospital público. Le asiste un derecho, el derecho a la atención médica gratuita e incluso a una sofisticada y “cara” intervención quirúrgica también gratuita si la emergencia lo requiriera. Insisto, quizás tengamos alguna crítica a esa atención recibida, podría ser mejor, más rápida pero no tenemos ninguna duda respecto al derecho a ser atendido, a la necesidad de ese trabajador, de ese ser humano, de recibir atención médica con independencia de su trabajo y de sus ingresos. Por eso es un error dejar de hablar del Estado, de los derechos, aún con todas las críticas y las dificultades que se plantean.
Décimo aforismo
Finalmente, el décimo aforismo parafrasea una consigna que supo sintetizar las ilusiones de 2019: No vamos a “volver mejores”, tenemos que ser mejores para volver. El peronismo tiene muchísimas res-ponsabilidades de gobierno y de gestión, tiene una actuación muy importante en el Parlamento, tiene actuación en el debate público; el peronismo es una parte sustantiva de los sindicatos, de las organizaciones sociales. En fin, en cada ámbito deberá demostrar “ser mejor”. No podemos apalancarnos solo en la memoria, como sucedió en 2019, sino que también tenemos que apalancarnos en la esperanza. Las promesas que fallan pierden efectividad y la bala del retorno a “la belle epoque” ya fue usada. Por otra parte, como decíamos, no da la impresión de que el post-Milei sea idéntico al pre-Milei.
Nada ni nadie será igual; mientras tanto, hay mucho por hacer. La pérdida electoral tal vez represente una pérdida más profunda, similar al duelo, la pérdida de una ilusión y de un entusiasmo vital que solo podrá recrearse con nuevos horizontes y nuevas utopías.