Mariano Laplane
“La agenda neoliberal de los ‘90 hoy ya no va más. Los secretarios de Comercio y de Hacienda de la región se pueden reunir, jugar, cambiar figuritas y revistas viejas, pero el mundo no va a cambiar porque los ministros de la Argentina, Chile, Brasil o Ecuador se sienten y jueguen al neoliberalismo. Pueden jugar a las escondidas o al neoliberalismo, pero el mundo sigue su marcha.”
Mariano Laplane nació en la Argentina. Es sociólogo formado en la Universidad Hebraica de Jerusalén, Master de la Universidad de California (Berkeley) y Doctor en Economía de la Universidad de Campinas. Está radicado en Brasil desde 1983. Es especialista en competitividad industrial, política industrial y de innovación, integración económica e inversiones extranjeras directas. Ha dirigido y es profesor del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas. Presidió el Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE) en Brasilia, institución regional de referencia en la producción de estudios y evaluaciones sobre el sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación de Brasil.
Para FIDE los intercambios con Mariano Laplane siempre suponen la posibilidad de un diálogo franco en torno a los desafíos del desarrollo, en un tono pausado y reflexivo que permite sondear la complejidad de la tarea que nos espera.
FIDE: En los últimos años la región ha ingresado en una etapa caracterizada por un giro ideológico importante. El triunfo reciente de Jair Bolsonaro en Brasil representa un caso extremo de esta tendencia. ¿Cuál es la situación de Brasil a partir de la asunción de JB?
Mariano Laplane (ML): Estoy tentado en responder esta primera pregunta utilizando el título de uno de los tomos de las memorias de Celso Furtado, “Un largo amanecer”. Furtado elige ese nombre para describir un período durante el cual las condiciones para que Brasil surja o se transforme en un país más civilizado, más moderno, se demoran bastante. En ese largo amanecer hay una mezcla de esperanza, pero también hay una cuota importante de impaciencia, porque no termina de amanecer. El momento que la economía y la sociedad brasileña viven hoy puede volver a caracterizarse de ese modo: una mezcla de esperanza y de impaciencia, en proporciones que varían, dependiendo de los títulos de los diarios.
En cuanto a las condiciones materiales de la economía brasileña, comienzo por lo más obvio: la trayectoria de las tasas de crecimiento del producto real. Desde el año 2014 se observa una retracción del nivel actividad económica que acumula una contracción que no se veía en Brasil desde 1929. Por su parte, la recuperación de esta contracción viene siendo de las más lentas del último siglo. Las proyecciones para el año en curso no son mucho más alentadoras; en el mejor de los casos, cercanas al 1,5%. Estamos entonces en una situación en la cual se anuncia una salida, una recuperación en el nivel de actividad que no se verifica, que no ocurre, y eso genera impaciencia. La impaciencia también es política, pero en materia económica está plenamente justificada.
FIDE: ¿Cuáles son los motivos que explican este largo letargo de la economía brasileña?
ML: La respuesta es relativamente sencilla: tenemos un problema, bastante arraigado, de falta de demanda o, dicho de otro modo, de una demanda poco dinámica. El consumo de las familias no se recupera, el gasto público tampoco, las exportaciones crecen, pero moderadamente, y la inversión, entre 2014 y 2018, tampoco tracciona suficientemente. En particular, en el caso de la inversión pública el aporte es totalmente insuficiente. Por el lado de la oferta, se observa un comportamiento muy malo por parte de la industria y de los servicios. El único sector que más o menos se defiende es el agropecuario. Un análisis de la actividad industrial pone de manifiesto un comportamiento muy malo en todas las ramas, con la excepción de la industria extractiva mineral.
Me gustaría agregar que, en mi opinión, Brasil atraviesa una situación que contradice una de las enseñanzas de la teoría keynesiana, según la cual las expectativas tienen un rol fundamental por su impacto sobre el gasto. Esta derivación no parece verificarse en la situación actual de Brasil. Se observa, en cambio, un cierto desacople entre las expectativas de los empresarios y de los consumidores y la demanda. Porque, nos guste o no, a posteriori de la salida de la Presidenta Dilma del poder, las expectativas mejoraron y, sin embargo, el nivel del uso de la capacidad no reacciona en consecuencia. La economía no refleja el cambio en las expectativas. Lo que quiero decir con todo esto es que no estamos solo ante una crisis imaginaria o simbólica: hay un problema real de demanda y de gasto, independientemente de las cuestiones políticas y de las distintas olas de pesimismo y optimismo.
En el caso de la inversión, como un componente fundamental de la demanda, es importante notar que la debilidad en la tasa de inversión tiene una perspectiva un poco más larga. Desde el final de los años ‘90 Brasil viene con problemas con la inversión. Desde la crisis de la deuda, el ratio entre la inversión y el PIB fluctúa entre 12% y 16%. Se trata de una tasa muy baja. La inversión mejoró un poco durante el período del boom económico, en los dos gobiernos de Lula y el primero de Dilma. Allí el ratio inversión / PIB llega al 21%, al 22%... Estos números se logran sobre la base de un esfuerzo fiscal enorme. Fundamentalmente a través del financiamiento subsidiado por el BNDES que, de alguna forma, viene a compensar el costo absurdo del crédito. A partir del año 2017/2018, tanto la inversión pública como la privada vuelven a caer a los niveles previos, cercanos al 16%.
Otro factor explicativo de la falta de demanda está relacionado con el comportamiento del empleo. La tasa de desempleo como porcentaje de la población económica activa aumenta a partir del 2014 y hoy se encuentra en torno al 12%, lo que supone que entre 12 y 13 millones de personas están desempleadas en Brasil. A esto hay que agregarle los subempleados. Una parte de estos últimos tuvieron empleos formales hasta 2017 y a partir de 2018, con el cambio de la normativa laboral, pasaron a ser trabajadores y trabajadoras semi-formales.
Por supuesto, la tasa de desempleo a la que me refiero es el promedio; entre los jóvenes y en algunas regiones de Brasil, el fenómeno de la falta de trabajo es muchísimo más grave aún. El salario real también evidencia una tendencia negativa que afecta el nivel de consumo de las familias. Todos estos números dan una idea del tamaño del sufrimiento y de la tensión social que generan frustración y explican la falta de entusiasmo a la que me refería al principio. La idea del amanecer que no llega…
FIDE: ¿Cuál ha sido la respuesta de la política económica a estos desafíos, a este estado de letargo?
ML: Para responder esa pregunta tenemos que observar qué fue sucediendo con algunos de los precios básicos de la economía. Empecemos por la inflación. En los años 2014 y 2015 se observa un aumento de los precios que produce una perforación en el techo de la meta de inflación que establece el Banco Central. Este aumento estuvo explicado, en parte, por un incremento en los precios administrados, los precios controlados por el Gobierno: combustibles, energía, entre otros. Se trata quizás de un ajuste necesario, porque algunos de esos precios venían rezagados.
Luego los precios vuelven a la banda establecida por el Banco Central, sin embargo, y, esto es importante, la tasa no se ajusta. Sigue elevada en términos reales. Un detalle importante a tener en cuenta es que, si la tasa que paga el Banco Central es alta, en realidad el efecto sobre la economía real es mucho mayor, porque las tasas que cobran los bancos son mucho más elevadas. Si nos fijamos en cuál es la renta de los bancos, vemos que en 2016 la diferencia entre la tasa activa y la pasiva era de un 60% y, aún en 2018, seguía estando más o menos en un 15%, con niveles de inflación en torno al 6%. Se trata de una manifestación de lo que hoy se conoce como financiarización, entendido como ese despegue entre las necesidades de la economía real y la trayectoria financiera.
En términos del tipo de cambio —otro de los precios fundamentales de la economía— se observa una cierta recuperación real que, de todas formas, no es suficiente para compensar el cambio en los patrones de comercio mundiales. Dicho de otro modo, hoy el problema no es solo de tipo de cambio: hay un problema de demanda global. Los cambios operados en la demanda por parte de China han tenido un impacto importante en las exportaciones de Brasil. Dado su perfil exportador, la disminución en las compras chinas en alimentos y en hierro impactaron con fuerza en Brasil. Por eso es que las exportaciones no están contribuyendo como componente de la demanda. Al contrario, las importaciones son las que vienen en aumento.
FIDE: ¿Qué hay de la situación del sector externo?
ML: Es un punto importante, porque estamos en una situación novedosa. En Brasil, actualmente, no existe ningún riesgo de una crisis cambiaria. Desde el 2015 se observa un saldo comercial positivo. Este saldo favorable no siempre alcanza para pagar la cuenta de servicios, que no para de aumentar. Esto tiene que ver con la desnacionalización de la economía. Buena parte de la deuda externa brasileña es privada. El grado de internacionalización de las empresas es muy elevado y no hay forma de que el superávit comercial sea suficiente como para compensar este fenómeno. Aunque el déficit de cuenta corriente en términos de porcentaje del PIB haya caído, este resultado depende mucho de seguir generando superávits comerciales elevados. En el caso de Brasil, también hay que considerar el ingreso de inversión directa extranjera, que es relevante y, en principio, contribuye con la oferta de dólares.
En resumen, yo diría que esta crisis de crecimiento que desde hace unos años atraviesa la economía brasileña no está explicada por el comportamiento del sector externo; más aún, es la primera crisis seria en la economía brasileña que no está asociada a un estrangulamiento del sector externo. Tampoco hay un problema con el nivel de las reservas internacionales. La deuda externa está estabilizada y, en su gran mayoría, se trata de deuda privada. No se trata entonces de un problema externo; esta crisis no es producto del estrangulamiento del sector externo como todas las crisis anteriores: estamos en una situación de estrangulamiento de la demanda doméstica.
En los últimos años se produjo un círculo vicioso entre déficits fiscales elevados, crecimiento de la deuda pública para financiar estos déficits, aumento en el peso de los intereses producto del proceso de endeudamiento y de tasas elevadas y, por lo tanto, una demanda creciente por más ajuste fiscal.
Y aquí aparece otra manifestación importante del proceso de financiarización. Para financiar la deuda pública y que el Gobierno brasileño no precise financiarse afuera, los rentistas brasileños le cobran al Gobierno alrededor de 6 puntos porcentuales del PIB (en reales). Gran parte de los títulos de la deuda están atados a la inflación y, por lo tanto, el costo de este endeudamiento solo se manifiesta ex post, cuando se conoce cuánto fue la inflación.
Para resumir: ¿Por qué no llega el amanecer? ¿A qué factores podemos atribuirle esta etapa de bajo crecimiento? La situación actual no está relacionada con el comportamiento del sector externo de la economía, como si fue el caso durante, por lo menos, los últimos 100 años de la historia brasileña. No hay una crisis externa; hay restricciones sobre la demanda del consumo de las familias, explicadas por el nivel de desempleo y la reducción en la masa de ingresos de las familias. Existe, también, una carencia en la inversión (pública y privada) y falta el uso de la política fiscal que está fuertemente afectada por el recorte del gasto público.
FIDE: Existen también factores de índole política…
ML: Efectivamente, gran parte de los analistas manifiesta que lo que está complicando las cosas es la crisis política. La incertidumbre, la dificultad para llegar a un consenso mínimo sobre qué camino seguir. Es verdad, eso es parte de la explicación. La política económica no está ayudando. A veces porque es muy tímida y otras porque es muy drástica. En particular, las iniciativas del último ministro de Hacienda de Dilma, claramente afectado por el proceso del impeachment y la tensión entre los poderes Ejecutivo y Legislativo de aquel momento, establecieron recortes y límites muy drásticos sobre el gasto público.
En 2016, apenas asumió Temer, el Poder Ejecutivo envió al Congreso una propuesta de congelamiento por veinte años del gasto público en términos reales. Se trata de un juego de suma cero: si el Gobierno gasta más aquí, tiene que cortar en otro lado. Otra limitación concreta que tiene el Poder Ejecutivo para utilizar la política fiscal como estímulo para la demanda fue la regla establecida por Temer según la cual el Gobierno solo puede emitir deuda para financiar proyectos de inversión, aprobados antes por el Congreso. En la práctica, el Gobierno no puede emitir nueva deuda. Esto tampoco ayuda a hacer una política anticíclica inteligente. Los miedos y las auditorias frenan por completo cualquier iniciativa.
No tenemos que olvidar que muchas de estas auditorías terminaron con funcionarios públicos sufriendo procesos en la Justicia. Algunos de ellos están en la cárcel. En este contexto, hoy en Brasil no hay un burócrata que coloque la firma en un proyecto que, potencialmente, puede llevarlo a la cárcel. Hay una incapacidad de ejecución del gasto público visible, independientemente de los límites fiscales. Los proyectos no salen, no caminan. Esto ya venía ocurriendo en la última etapa del Gobierno Dilma, especialmente en las obras de infraestructura y transporte, pero ahora es mucho peor. Hay una parálisis total.
FIDE: Un proceso político-judicial como el que ha vivido Brasil, que incluye la destitución de una Presidenta elegida democráticamente y que tiene como resultado un conjunto importante de personas en la cárcel (funcionarios y empresarios) no puede haber sido inocuo para la economía…
ML: El resultado de todo ese proceso es un knock out total, tanto para la inversión pública (como ya expliqué) como también en términos de la inversión privada. Uno de los motores de la inversión en infraestructura en Brasil eran las grandes empresas constructoras. Se trata de grandes empresas globales. Sin dudas, estas empresas eran moralmente débiles y estaban implicadas en proceso de corrupción. Pero más allá de estas caracterizaciones reales y dolorosas, al mismo tiempo se trata de agentes que eran muy importantes en la biodiversidad económica brasileña. Eran ellas las que diseñaban la inversión: organizaban el financiamiento (público y privado), las subcontrataciones, elegían las obras, las priorizaban, las jerarquizaban. Eran coordinadores importantes del espacio económico, fundamentales para la iniciativa. Estos actores no están más. Esta retracción no solo afecta a los privados; también se observa en los grandes operadores públicos. Petrobras, por ejemplo, está absolutamente paralizada y esta empresa era responsable de una buena parte de la inversión total en Brasil y hoy no invierte nada.
FIDE: ¿Qué rol juega el “estado de cosas” del capitalismo a nivel global? Las nuevas formas de producción y distribución del excedente. La supremacía de las finanzas.
ML: Es otro factor importante de esta historia. El mundo cambió. La geopolítica ha cambiado y las condiciones económicas también son diferentes. América Latina ha perdido peso, Asia es mucho más importante como polo de atracción para las inversiones. Buena parte de los flujos de inversión extranjera directa que se observan en Brasil, y que son muy importantes, son en realidad compra de activos, son cambios de posiciones patrimoniales que no generan crecimiento. Es pura desnacionalización. También es verdad que las empresas brasileñas se van e invierten afuera, lo cual igualmente es desnacionalización hacia afuera.
FIDE: En ese sentido, pensando más en el mediano y largo plazo, y tomando en cuenta las nuevas condiciones internacionales y regionales… ¿hacia dónde deberían encaminarse los esfuerzos de un programa económico alternativo en nuestros países?
ML: Ese es justamente el punto. Aun suponiendo que la situación de letargo económico se supera… el problema es hacia dónde vamos. En el caso de Brasil, el Gobierno que asume la gestión a partir del 2015, como producto del impeachment a Dilma, puede ser caracterizado como una expresión política con la mentalidad de los años ‘90. Sostenían e impulsaban un programa económico neoliberal casi en estado puro, completamente anacrónico, formulado con una visión de corto plazo. Lo que el ministro actual, Paulo Guedes, heredero del impeachment en cierta forma, tiene para proponer es una combinación de privatizaciones, reformas —principalmente en el sistema de jubilaciones— y de desregulación de la economía. Es exactamente lo mismo que se decía en los años ‘90.
Y los argumentos son los mismos: privatizamos y así reducimos el déficit y, por lo tanto, se reduce también la deuda pública; si logramos avanzar con la reforma del sistema de jubilaciones, también se reduce el déficit; si desregulamos la economía, vamos a lograr un avance en términos de la competitividad, la eficiencia y productividad de la economía. Y eso es lo que necesitamos. Estas mismas cosas constituyeron los planes económicos de los ´90 y no funcionaron.
Como ya dijimos antes, el mundo cambió, porque la economía global no crece a la misma tasa que antes y porque la organización de la economía mundial es diferente. Esta nueva organización, es importante tenerlo en cuenta, está fuertemente cuestionada.
El capitalismo como sistema económico, la economía de libre empresa como sistema económico, era de un dinamismo incomparable. El problema no es el orden económico, es el orden social. Los 30 años de globalización han generado, sobre todo a partir de 2008, reacciones extremadamente negativas en todas las sociedades, en especial en aquéllas que avanzaron más en este proceso. Miremos a Inglaterra, la cuna de la Thatcher, la madre de la desregulación. Veamos a los EE.UU., Europa, la derecha en Alemania, en Hungría... La reacción social se explica en lo desprotegida que se siente la gente y, producto de esa misma desprotección, también se ven reacciones un poco irracionales, pero comprensibles, peligrosísimas, pero con alguna lógica. Es la reacción de Brasil contra los políticos, contra la política, contra todos, esta es la dinámica que nos lleva hasta la elección de Bolsonaro.
Pero me gustaría retomar la pregunta. ¿Hacia dónde vamos? El Gobierno del PT tenía una visión un poco más clara. En el caso del PT, la dirección estaba dada por una combinación de tres fuentes de expansión para la economía brasileña: el mercado interno, el consumo de masas reprimido por la desigualdad, y la distribución de ingresos de Brasil. Si mejoraba esta primera variable, había un potencial de desarrollo y expansión del mercado interno fantástico. La segunda fuente estaba relacionada con el enorme déficit de infraestructura heredado de la crisis de la deuda de los ’80, que impidió que el Estado consiguiera mantener el nivel indispensable de inversiones públicas. Todo funcionaba mal y era precario: el sistema de transportes, la energía eléctrica, etc. Ergo, la segunda fuente de expansión estaba asociada con la inversión (pública y privada) en infraestructura. Por último, se contaba con la demanda de China, el boom y la expansión de la demanda de commodities. La combinación de estos tres factores constituía el centro de la política económica del PT.
Quizás vale la pena aclarar que en Brasil también hubo fuga de capitales. Por supuesto, no todo el excedente fue reinvertido. Pero creo que ese fenómeno tal vez haya sido proporcionalmente menor que en la Argentina. Muchas de las empresas brasileñas aprovecharon para internacionalizarse, invirtieron afuera y compraron activos en el resto del mundo. Mucho dinero brasileño también fue invertido en paraísos fiscales. Pero también se invirtió en Brasil y eso hizo que la economía tuviese una etapa de crecimiento fuerte.
FIDE: ¿Cuáles son las premisas que hoy tiene el Gobierno brasileño para encaminar la economía? Usted ya mencionó un cierto grado de anacronismo en el programa, una enumeración de los principales ejes de la agenda neoliberal de los ‘90.
ML: Efectivamente. Yo identifico dos problemas. Primero, ya lo mencioné, este programa no es adecuado para la realidad actual. El programa presupone, por ejemplo, una complicidad entre China y los EE.UU. que no existe. Además, supone un grado de libertad en los flujos de comercio e inversión que también está en cuestión. Este programa supone una OMC que funciona y esto tampoco es cierto, no funciona: hasta los EE.UU. han planteado la posibilidad de abandonar la OMC.
El otro problema, en mi opinión, es que la coalición que toma el poder en el 2015, a través del golpe parlamentario, es una bolsa de gatos. Voy a hacer una metáfora probablemente anacrónica. Una parte del Gobierno brasileño actual representa lo que en mi juventud aquí, en la Argentina, se llamaba Tradición Familia y Propiedad. En Brasil algunos se refieren a este grupo como el ala medieval, que está conformada por distintos grupos, pero que incluye una presencia importante de pastores evangélicos. Esta parte del Gobierno ocupa ministerios muy importantes: el Ministerio de Educación y el Ministerio de Relaciones Exteriores. El ala neoliberal, por su parte, ocupa el Ministerio de Hacienda, el Banco Central; es decir, ocupan los lugares que le preocupan a la élite económica. El resto lo han repartido entre partidos aliados. El segundo y tercer escalón de cada ministerio está ocupado por un general retirado. Sin ir más lejos, el cargo de Jefe de Gabinete está en manos de un general.
Por estos motivos que he enumerado, este no va a funcionar. Se trata de un Estado totalmente disfuncional. Podemos decir que el primer Estado, el de la sustitución de importaciones, funcionaba para la sociedad. El segundo, el de la década del ‘90 con los programas neoliberales, funcionaba para el mercado, pero éste que estamos viviendo directamente no funciona para nadie. Incluso en el caso de aquéllos que apoyan la agenda neoliberal, la misma debe ser absolutamente reformulada, porque lo que este Gobierno ha propuesto es una versión que tiene unos 25 años de atraso. Para el mundo que viene, no va a funcionar.
FIDE: Retomando un punto que usted mencionó cuando caracterizaba las fuerzas que hoy en la práctica gobiernan en Brasil, ¿qué rol están cumpliendo las fuerzas armadas?
ML: Las FF.AA. son hoy un actor importante en el Gobierno. Aunque hacia adentro tienen sus diferencias. Las fuerzas armadas brasileñas cambiaron la hipótesis de conflicto con la Argentina hace mucho tiempo, desde que volvió la democracia a Brasil. La hipótesis de conflicto hoy está relacionada con la defensa de los recursos naturales, el Amazonas y el petróleo en el fondo del mar. Si uno ve las inversiones que han hecho de armamento y cómo han redistribuido en el territorio brasileño las unidades de las tres armas, el despliegue es coherente con esta nueva hipótesis.
Hoy no existe ninguna perspectiva de entrar en conflicto con la Argentina ni con Venezuela. Es el “ala medieval” del Gobierno la que quiere entrar en la pelea Estados Unidos versus Venezuela. El ejército brasileño no quiere una guerra con Venezuela, no quiere invadir Venezuela y no quiere que los EE.UU. usen el territorio brasileño para invadir Venezuela, y lo dice públicamente (inclusive el general que es el vicepresidente de la República rechaza abiertamente esa posibilidad). Yo creo que el sector privado tampoco quiere ese conflicto. Esto es una locura ideológica delirante de gente que vive en los años ‘50. Si el pecado de los liberales es vivir en los años ‘90, el pecado de este grupo es vivir en los años ‘50, en la Guerra Fría. Ven un fantasma en los médicos cubanos, los echaron. Ven un fantasma comunista en Venezuela y Putin manda aviones y ahí les materializa ese fantasma. “¡Son los comunistas llegando!” Ellos viven en el Berlín del ’48; entonces, es un poco complicado. Nunca como hoy es importante mirar hacia el futuro, pero hay gente que mira hacia atrás.
FIDE: Ya que hablamos del cambio en la hipótesis de conflicto, ¿qué cambios han operado en la relación de Brasil con la Argentina?
ML: El problema que yo veo en relación con la Argentina es el futuro del Mercosur. Y el futuro del Mercosur representa un problema económico, comercial y patrimonial. Es un problema tanto para las empresas brasileñas en la Argentina como para las empresas argentinas en Brasil. El Mercosur es, en gran medida, la industria automotriz, y este sector económico en Brasil pasa por un momento bastante crítico. En parte, es reflejo de lo que pasa en el mundo: hay una transición entre el auto que conocemos y el auto que vendrá, el híbrido y después el eléctrico.
Estos nuevos autos no son un producto de la evolución de la mecánica. Se trata de un plan de negocios para que las terminales europeas, japonesas y las estadounidenses que sobrevivan consigan mantenerse en el mercado antes que los chinos los expulsen. Los chinos tienen hoy un mercado y producción de 30 millones de autos por año. Brasil se pensaba grande por producir 3 millones. Entonces, la transición del motor interno por el motor eléctrico es una jugada de mercado. Esto deja las terminales de Brasil en offside, como se dice en el fútbol. Dependiendo de cómo se reorganiza la industria automotriz en el mundo y aquí en el Mercosur, el Mercosur puede ir para un lado o para otro.
FIDE: Otra vez resulta imprescindible descifrar la dirección en la que se mueve el capitalismo global….
ML: El problema de fondo es cuál es la nueva frontera de expansión de la economía mundial. La globalización fue una frontera de expansión. Se generó un nuevo mercado con 300 o 400 millones de consumidores chinos, vietnamitas, tailandeses, etc... Esa fue la frontera de la globalización. Pero eso ya fue, ¿cuál es la próxima? Esa es la pregunta que deberíamos estar intentando responder.
Yo veo dos opciones. Una que es al estilo Trump: marcha atrás y negociamos, acuerdos bilaterales, les doblo el brazo a los chinos en la espalda hasta que lloren y te compren más. Es una reacción a la globalización. Hay otra que es pisar el acelerador. Pero en este caso no se trata de más liberalización, más desregulación. Es más innovación, más ciencia, más tecnología, lograr producir el auto eléctrico. Esas son las dos propuestas que están en la mesa, que uno puede ver. Una va para adelante con la innovación, una nueva revolución industrial, una nueva sociedad, digitalización de la vida, hay varios nombres que uno podría emplear para caracterizar esta opción. La otra es marcha atrás.
Continuar como estamos no va funcionar. La agenda neoliberal de los ‘90 hoy ya no va más. Entonces, todos los secretarios de comercio y de hacienda se pueden reunir, jugar, cambiar figuritas y revistas viejas, pero el mundo no va a cambiar porque los ministros de la Argentina, Chile, Brasil o Ecuador se sienten y jueguen al neoliberalismo. Pueden jugar a las escondidas o al neoliberalismo, pero el mundo sigue su marcha.
Samuel Pinheiro Guimaraes (ex viceministro de Relaciones Exteriores de Brasil) suele referirse a este cambio en la esfera global del siguiente modo: en los años ‘90 cae el Muro, los EE.UU. se constituyen como un Imperio global y Washington es la capital. En los últimos años, sin embargo, al imperio le han surgido dos provincias rebeldes: China y Rusia. Ahora hay tensiones. En Washington hay una polémica sobre cómo tratar las provincias rebeldes. Están los apaciguadores, que dicen “vamos, negociemos”, y están los que quieren mandar la Legión Extranjera. Es un problema, porque ambos tienen armas nucleares. En esta nueva instancia de la polaridad, se generan oportunidades por la búsqueda de alianzas que estos tres polos buscan con América Latina, entre otros continentes, por supuesto. En la Universidad de Campinas recibimos una universidad china por semana. Vienen para conocer, firmar acuerdos, ofrecer becas o plata para proyectos de investigación. Desde que Bolsonaro ganó, vienen más.
Dicho de otro modo, hoy los BRICS son una realidad. Para mucha gente en Brasil, para los grupos económicos en Brasil, los BRICS tienen todo el sentido. Para gran parte del cuerpo diplomático brasileño también lo continúan teniendo, pero no para los del manicomio o los medievales. No se trata de simpatía, hay intereses comunes muy objetivos. Es ambición. China es la principal compradora de soja y mineral de hierro, es dueña en Brasil de empresas importantes, está construyendo una línea de transmisión de energía desde el Amazonas hasta San Pablo. Es la principal fuente de recursos externos para financiar los proyectos de infraestructura. Y en la sigla BRICS, la “B” es de Brasil. Mi opinión es que, en esta misma línea, también hay intereses comunes con la Argentina. Independientemente de que el ministro de Hacienda de Brasil diga que el Mercosur es historia. Es curioso, porque aquí en la Argentina dicen que es Brasil el que frena el acuerdo de libre comercio con Europa. En Brasil en cambio dicen que es la Argentina. Yo creo que es Europa.
Uno puede tener la fantasía neoliberal que quiera, pero el mundo tiene su propia lógica. Entonces, habrá BRICS por un largo tiempo, aunque esto le pese a los EE.UU. Los estadounidenses van a hacer todo lo posible por neutralizar esa sigla, eso es parte del juego.
En resumen, el planteo que hoy hace el Gobierno de Brasil, mejor dicho, la parte de este Gobierno que detenta la política económica, es absolutamente anacrónico. El mundo es otro y las políticas que pueden dar resultados también son diferentes. Por eso no va a funcionar.
En términos más generales, las sociedades tienen el Estado que merecen (a largo plazo). El Estado Nacional es una construcción de la sociedad, lleva mucho tiempo. Hoy en Brasil tenemos lo que conseguimos o conquistamos: un Estado disfuncional.