La política económica en un callejón sin salida
Crisis cambiaria: un final anunciado
Las persistentes tensiones que atraviesan al mercado de cambios –donde la corrida de mayo agudizó las señales de alarma– ponen de manifiesto la fuerte vulnerabilidad externa que en muy poco tiempo volvió a exhibir la economía argentina como consecuencia de las políticas de liberalización financiera, cambiaria y de la cuenta capital reinstauradas a partir de fines de 2015.
Se están reeditando, en consecuencia, situaciones ya vividas en las cuales nuestro país está otra vez en el ojo de la tormenta como resultante de su elevada exposición al comportamiento de los flujos financieros, domésticos y del exterior.
La crisis se desató, en esta ocasión, a partir del aumento en la tasa de interés de los Estados Unidos, circunstancia que al Gobierno no debería haber tomado por sorpresa ya que había sido anticipada por el Directorio de la Reserva Federal en marzo pasado. El “vuelo a la calidad” provocó un reflujo de capitales en las economías emergentes, con presiones devaluatorias difundidas y aumento de las primas de riesgo. Como ocurriera en la década de los ‘90, en la Argentina esas tendencias se vieron exacerbadas por circunstancias endógenas, provocando una devaluación del peso y un incremento en el riego país muy superiores a los observados en el resto de la región.
El mayor grado de exposición de nuestra economía frente a las condiciones de los mercados financieros globales se explica no sólo en la dimensión alcanzada por el desequilibrio de pagos externos –entre los más altos de la región–, sino también en la presión que, sobre la cuenta capital, genera la dolarización de ahorros por parte de los argentinos. Tal fenómeno constituye una característica estructural que diferencia a nuestro país de otras economías subdesarrolladas y se acentuó progresivamente a partir de la decisión oficial de liberar plenamente el mercado de cambios. En valores brutos, el año pasado la demanda de dólares para atesoramiento ascendió a 48.000 millones de dólares. Se trata de una porción muy importante de excedente económico que se filtra fuera del proceso de acumulación productiva y agudiza sensiblemente la dependencia del ahorro externo. Todo indica que durante el 2018 el fenómeno de la fuga doméstica alcanzará una proporción que, en términos del PIB, puede superar al déficit de la cuenta corriente.
Revista Fide, Coyuntura y Desarrollo nº 382, 07 de junio de 2018.
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