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Para dejar atrás “el pasado” neoliberal

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La definición de las principales alianzas políticas que competirán en la elección presidencial de octubre ratifica que las opciones que se le presentan a la sociedad serán nuevamente binarias, con escaso margen para “terceras posiciones”.

Por un lado, la ratificación de un proyecto neoliberal funcional a los intereses del capital financiero, por otro, la apuesta a un modelo que interrumpa un ciclo de cuatro años de supremacía del negocio financiero y vuelva a sentar las bases de la producción y el trabajo. Puede parecer una definición simplista, pero a nuestro juicio describe la contradicción principal a abordar después del 10 de diciembre.

El contexto internacional no deja demasiados resquicios para garantizarle la sobrevida a ensayos de libre mercado como el desplegado en la Argentina desde fines de 2015. La insistencia en una agenda de políticas que ya fracasaron en nuestro país y en la región, aún con escenarios globales mucho más favorables que el actual, sólo augura la perpetuación de las condiciones de inestabilidad macroeconómica, desindustrialización y deterioro laboral. 

No puede ignorarse, sin embargo, que ese “viento de frente” que supone la dinámica de la economía mundial también será el telón de fondo que condicionará el desempeño de un proyecto alternativo. Los desfiladeros a recorrer para volver a generar condiciones de estabilidad y crecimiento sostenible del PIB y el empleo son más estrechos que los vigentes en la fase de la post convertibilidad. A fines de 2019 la economía argentina evidenciará indicadores económicos y sociales que probablemente no sean tan críticos como los del 2001-2002, pero que se presentan en un marco global y regional sensiblemente más adverso.                             

A diferencia de lo que ocurría en 2003 (deuda en default e importante superávit en cuenta corriente) el estrangulamiento externo será, a nuestro entender, el principal condicionante del próximo Gobierno. Se trata de un asunto crucial, no sólo para garantizar la estabilización de las principales variables macroeconómicas, sino también para desbloquear las posibilidades del crecimiento sostenido. La necesidad de re-perfilar los vencimientos de la deuda —particularmente los contraídos con el FMI— será un capítulo prioritario de esa agenda. Regular la fuga de capitales, maximizar el aporte de la inversión externa en sectores estratégicos, garantizar la disponibilidad de los dólares de exportación primaria y administrar las importaciones en el marco de una estrategia deliberada de industrialización, deberían ser los frentes desde los cuales abordar la restricción externa. Son todas cuestiones muy relevantes si se quiere evitar que la reaparición del estrangulamiento externo frustre la sostenibilidad de una fase de recomposición del consumo liderada por la recuperación de los salarios y el empleo.

Como se advierte, es imprescindible que el Estado vuelva a recuperar capacidad soberana para manejar los resortes de nuestra economía, hoy en manos del mercado (financiero). En ese camino, la necesidad de construir consensos políticos y sociales amplios y con densidad programática no es una simple invocación retórica, sino una condición de borde para encarar el enorme desafío del desarrollo.

Mercedes Marcó del Pont

Fide

Fundación de Investigaciones
para el Desarrollo

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