Más cerca del fin del ciclo conservador
El Gobierno nacional sufrió una contundente derrota en las elecciones primarias, allanando el camino hacia un posible triunfo en primera vuelta del Frente de Todos en los próximos comicios de octubre.
El abordaje más obvio invita a asociar este resultado con el evidente malestar social ante el deterioro en las condiciones de vida y la pérdida de derechos sufrida por una parte mayoritaria de la población durante estos casi cuatro años. Pero tal diagnóstico puede pecar de parcial si se lo presenta desvinculado de la capacidad demostrada por el frente vencedor para condensar un proyecto de unidad que pudo recrear un horizonte de esperanza y de posibilidades de transformación de esta realidad tan adversa. Todo ello ocurrió en muy poco tiempo, dejando en evidencia reservas de valores, capacidad de organización y de movilización de nuestra sociedad, las verdaderas herencias “malditas” de la década larga kirchnerista.
El pésimo desempeño electoral del oficialismo precipitó la crisis cambiaria que, con la ayuda del FMI, el Gobierno estaba tratando de postergar para después de octubre. El “mercado” sabe que la capacidad del BCRA para lidiar con una nueva oleada dolarizadora es muy limitada. En el actual contexto de apertura plena de la cuenta capital y cambiaria, el resorte de tasas de interés hasta el cielo o las operaciones en el mercado del dólar futuro ya no alcanzan. Y todo indica que, frente a la irrupción de la corrida, el FMI estaría condicionando una intervención más intensa del BCRA vendiendo reservas. No cabe descartar que, ante la crisis política por la que atraviesa el oficialismo, el organismo anticipe la vuelta a la “normalidad” prevista para después de las elecciones. La flotación cambiaria es uno de esos requisitos. La convalidación de un aumento del dólar del 25% en el primer día hábil después de las primarias se enmarca en esa lógica.
Ni corto ni perezoso, el establishment financiero ya le está reclamando al candidato presidencial del Frente por Todos que dé señales que tranquilicen a los mercados. Poco importa la praxis y las definiciones de esa fuerza política respecto a su vocación por honrar los compromisos de deuda, tanto con el sector privado como con los organismos multilaterales. Buscan marcar la cancha con sus reclamos de siempre en torno a las reformas pendientes. Desconocen que el voto popular acompañó una propuesta que se comprometió a desmantelar el andamiaje de especulación financiera y volver a privilegiar la producción y el trabajo. La propuesta con más apoyo —de acuerdo con el resultado de las PASO— también se manifestó explícitamente en contra de la flexibilización laboral, de un Banco Central indiferente a las necesidades de la economía real y a modificaciones del régimen previsional que conduzcan a nuevos recortes en los derechos de los jubilados.
Sabíamos que este nuevo ensayo neoliberal no podía sino conducir a un desenlace crítico, con impactos sociales y productivos muy serios. La buena noticia es que todo indica que la capacidad de daño se termina el 10 de diciembre. Hacia delante los desafíos son enormes y el desfiladero es estrecho. Los condicionantes que deja este Gobierno se combinan con un contexto global y regional muy adverso. Las decisiones para encarar la emergencia deben estar muy articuladas con una estrategia consistente de desarrollo e inclusión. La consolidación de un frente político, social y sectorial que asuma compromisos en torno a ese proyecto es la principal garantía de éxito.
Mercedes Marcó del Pont