El contexto para la recuperación

De pactos, acuerdos y contratos sociales

 “Analizado en perspectiva existen razones sólidas para presumir que el fracaso de aquel ensayo fue, en gran medida, consecuencia de ciertas fallas en la concepción estratégica original (…) Los empresarios de la CGE representaban sólo una porción de un entramado que mostraba una posición dominante de empresas extranjeras, actores sin los cuales difícilmente podía generarse la masa de inversiones que el desarrollo acelerado requería.

Hacía más de una década que los grandes proyectos estaban demorados y ello provocaba un desequilibrio en el balance comercial que sólo podía corregirse estructuralmente rompiendo los cuellos de botella existentes en la oferta interna de bienes intermedios, maquinarias y equipos y energía (...)  El mundo atravesaba una etapa cuyos cambios eran considerados tangencialmente al diseñar la estrategia: las perturbaciones de las sociedades desarrolladas, el resquebrajamiento que se insinuaba en la órbita soviética, los impactos de la crisis del  petróleo, entre otros, eran valorados de modo insuficiente”

(Héctor Valle, “De Pavón a la Convertibilidad, El retorno del peronismo y los cambios de contexto”, Revista FIDE C y D nº 337).

La decisión política de la principal fuerza de la oposición de definir una fórmula presidencial que objetivamente amplía los márgenes para la construcción de un frente plural habla no sólo de una estrategia electoral, sino también del grado de conciencia acerca del contexto nacional e internacional adverso que enfrentará el próximo gobierno. En ese marco, la invocación realizada por la ex presidenta de la Nación a la necesidad de impulsar un “contrato ciudadano responsable” da cuenta de un análisis acerca del enorme desafío que supone garantizar que el triunfo electoral emerja de una alianza de clases y sectores sociales comprometidos con un proyecto de desarrollo e inclusión.

Sentar las bases para alcanzar consensos que hagan posible pilotear las difíciles condiciones que heredará el nuevo gobierno supone instrumentar un conjunto de coincidencias programáticas que atiendan las prioridades de corto plazo de manera consistente con un proyecto de mediano y largo aliento. En ese marco, la necesaria política de estabilización de las principales variables macroeconómicas debería correr en paralelo con la implementación de una estrategia de recomposición de la demanda, tanto por el lado del consumo como de la inversión. El desafío no es menor. Habrá que integrar esos objetivos en una renegociación del programa vigente con el FMI, que se extiende hasta mediados de 2021, buscando no solo re perfilar los vencimientos de la deuda (con el organismo y con el sector privado), sino también modificar la lógica económica a través de la cual se buscará restablecer los principales equilibrios macroeconómicos de manera consistente con la prioridad del crecimiento.

Como se advierte, la necesidad de construir consensos políticos y sociales amplios y con densidad programática no es una simple invocación retórica, sino una condición de borde para encarar los enormes desafíos por delante. Es precisamente frente a esa evidencia que la ex presidenta trajo recientemente a colación la experiencia del Pacto Social impulsado por el ministro José B. Gelbard durante el tercer gobierno de Juan D. Perón. A partir de esta mención se sucedieron una serie de debates acerca de ese ensayo, de sus luces y de sus sombras. Sin ignorar que tal iniciativa se desenvolvió en contextos y circunstancias históricas, políticas y socioeconómicas imposibles de extrapolar al presente, volver sobre esa experiencia y tratar de identificar algunos de los factores que condicionaron su alcance y sus posibilidades de éxito permite extraer algunas enseñanzas útiles para pensar los desafíos actuales.

Revista Fide, Coyuntura y Desarrollo nº 388, 1º de junio de 2019.
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